Y la máquina venció al hombre
Me dirijo el otro día a la estación de servicio habitual en la que doy de beber a mi coche y, después recibir un lacónico saludo por parte del responsable e indicarle a éste lo que deseaba, oigo una voz femenina que me dice: "Está usted repostando gasolina sin plomo". Sin mediar más conversación, y tras comprobar cómo los números del importe avanzan más rápido que los de los litros, escucho de nuevo la voz que me desea: "Que tenga usted buen viaje. Muchas gracias". Entrego al señor de la gasolinera mi tarjeta de crédito para que cobre, el importe. Me acerco a la oficina con el fin de cumplimentar los trámites pertinentes y allí vuelvo a encontrarme otro soniquete machacón, esta vez masculino: "Introduzca tarjeta. Teclee número personal. Indique importe. Aceptado. Firme los tiques". Firmo el justificante, tal y como me ordena el artilugio, y le pregunto al gasolinero. Y ahora, ¿a quién de los tres doy las gracias? Regreso a mi coche y, al pasar junto a la máquina expendedora de tabacos, oigo que ésta exclama con total impunidad: "Introduzca el importe exacto". Me quedo contemplando la escena y pronto queda satisfecha mi curiosidad: "Su tabaco, gracias".Me meto en el coche y digo: "Anda, Polo, majo, llévame a casa, por favor. Y así lo hizo sin rechistar.-
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