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Relinchos de España

El Salón del Caballo aúna elementos tan dispares como baloncesto equino, masajes y artesanía de Ubrique

El mundo del caballo no es sólo cuestión de equinos. Ecumad , el Salón Internacional del Caballo de Madrid, se ha convertido en un inmenso mercadillo en el que, además de admirar cerca de 800 ejemplares de 19 razas, el visitante dispone de otros atractivos, a lo que se ve, consustanciales: llevarse a casa gafas de sol a juego con una corbata italiana o descargar adrenalina en el desigual enfrentamiento España-Francia de horse ball (baloncesto a caballo).Para desesperación de la hinchada local, siempre dispuesta a hacer patria, los franceses ganaban por dos partidos a cero. Esta muestra equina, que va por su quinta edición, se clausura esta noche en el parque ferial Juan Carlos I.El horse ball es una mezcla de baloncesto y rugby en la que casi todo está permitido, excepto maltratar al animal. Al otro lado de los Pirineos lo practican más de 3.000 jinetes, frente al ibérico centenar escaso, de modo que el equipo capitaneado por Pepe el Malagueño tenía poco que hacer. "Lo difícil es encontrar el punto de equilibrío, porque el caballo no deja de moverse", explicaba Sernim Pitois, un montador de 19 años. Y Stéphanie, de 23, le secundaba: "Jugamos a lomos de un animal y nunca sabes cuál va a ser su reacción".

Los que salieran deprimidos por la superioridad de los visitantes contaban con múltiples aditamentos para elevar el ánimo. Podían, por ejemplo, echar un vistazo a la artesanía en piel de Ubrique, el pueblo de Jesulín; comprobar las diferencias entre el burro rufio, moruno y catalán (maledicencias incluidas: los hay incorregibles); apreciar las calidades de los piensos Royal Horse y los repelentes de moscas Zotal, o asistir a una concurrida demostración en directo de unas sartenes en las que la leche no se pegaba y los huevos adoptaban formas primorosas.

Lo mejor, con todo, estaba por llegar. Y es que en un lateral de la nave se encuentra Imperioso en persona o, mejor dicho, en corcel, el niño mimado del inefable Gil y Gil, felizmente recuperado, a simple vista, de aquellas dolencias que tan afligido tenían al alcalde de Marbella. El animal era calurosamente saludado por la parroquia colchonera, que no dudó en agasajarlo, transmitirle mensajes de ánimo para su distinguido amo y mirar de reojo a una señora que osó exclamar: "Pues tampoco es tan bonito..."

Reponer fuerzas tras las duras jornadas caballares se antoja vital, de modo que el Salón ofrece al público variadas fórmulas de relajación. "Quiere usted que le dé un masaje", proponen al visitante un equipo, de azafatas que blanden extrañas bolitas de maderas unidas entre sí. Los amantes de una relajación más duradera se despojan de zapatos y prueban en carnes unos "sillones de masaje programables" que salen por 7.995 al mes. Vamos, que, entre unas cosas y otras, sólo se echaba en falta al caballo blanco de Santiago.

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