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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La carretera a Bulnes

He visitado los Picos de Europa repetidas veces; soy excursionista de los de mochila, saco de dormir y unas buenas botas que me permitan recorrer los caminos más difíciles. Sin embargo, por desgracia, cada vez quedan menos sitios donde pueda desgastar sus suelas; tendré que comprarme unos patines. La última vez que visité el impresionante macizo de los Picos regresé a casa provisto de una buena dosis de rabia y amargura. La pista construida de Sotres a Pandébano, que es el comienzo de la ruta más común para alcanzar el Naranjo de Bulnes, tiene un bonito cartel al comienzo que prohibe el paso a todo tipo de vehículos, excepto los de uso agrícola o ganadero.Sin embargo, los coches de los turistas hacen caso omiso de esa prohibición, se adentran alegremente y han convertido el final de la carretera en un gran aparcamiento con aspecto de romería campestre. Parece que los criterios iniciales utilizados para la construcción de esa carretera han ido mudando con el tiempo; ahora es, indiscutiblemente, una excelente vía de acceso turístico a uno de los parajes más hermosos y vírgenes (¿vírgenes?) de nuestras montañas. Los de la Administración asturiana darían menos el cante si retiran el cartel de la entrada. Mejor aún, pueden reciclarlo y colocarlo al comienzo de la carretera que planean realizar hasta Bulnes.

Bulnes es un sitio hermosísimo, inverosímil (sigo preguntándome cómo se le pudo ocurrir a alguien montar un pueblo en se mejante sitio), de muy difícil acceso. Desde luego, no recibe ex cursiones de la tercera edad. Esa dificultad de acceso, de la que gustan y disfrutan los montañeros y amantes de la naturaleza en general, entra, en este caso, en conflicto con las aspiraciones de las gentes de Bulnes. Es indiscutible el derecho de sus habitantes a tener un vía de comunicación decente; eso lo comprendemos hasta los más entusiastas defensores de la conservación del medio ambiente. Pero duele. Duele porque las patrañas de los políticos son de alcance ilimitado y, en el caso de que se construya una carretera a Bulnes, no sólo se producirá una obra de elevadísimo impacto ambiental, sino que quedaremos condenados de por vida a que, alguna vez, a alguien se le ocurra sacar el cartel de la entrada (yo creo que ya se le ha ocurrido).-

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