El espejo cóncavo
La niña observó su imagen reflejada en un espejo cóncavo que surgió un día de su mente. Asemejaban ser las imágenes auténticas, que acabó por confundir lo reflejado con la realidad proyectada y deformada sobre aquel curvado espejo. Sonia [un nombre elegido al azar como representación de las 4.000 jóvenes andaluzas enfermas de anorexia] vio su cuerpo reflejado en la superficie del espejo: su imagen se deformó de tal manera que se transformó en un ser de proporciones rechonchas. Con dudas sobre la autenticidad del distorsionado reflejo la joven rompió el espejo, pero la imagen falsa quedó grabada en su mente, que no tardó en hacerle creer que lo reflejado era la realidad.Desde que tuvo aquel maldito sueño, Sonia lucha con todas sus fuerzas para cambiar esa realidad que subsiste sólo en su cabeza. Las severas dietas la convirtieron en anémica, los ayunos continuos la hicieron en más de una ocasión desfallecer, la toma de diuréticos alteró perjudicialmente su metabolismo; los provocados vómitos, encerrada en el servicio, la hacían sentirse morir... Sonia lucha hasta la desesperación obsesionada en destruir en mil pedazos esa imagen que la hace creer que debe perder peso.
¿Quiénes fueron los artesanos que elaboraron ese maldito espejo cóncavo que perturba tus noches? Tal vez se trate de los mismos que venden la estética como el fin supremo para gustar socialmente y como sinónimo de éxito. Aquellos que estimulan y manipulan mediante la publicidad a la posible demanda, compuesta mayoritariamente por esa adolescencia tan fácil de manejar, para servir intereses propios; los responsables de crear modelos de comportamiento y establecer unos cánones de belleza a seguir, cuerpos perfectos que se contonean por esa caja tonta que nos mantiene informados de cómo debemos ser, pensar y comportarnos. En esa caia tonta fue donde, por vez primera, te sentiste a disgusto con tu cuerpo: reflejada en la apagada pantalla te diste repugnancia, porque tú no poseías uno de aquellos cuerpos de femeninas musas que habitaban en un mundo feliz.
Sonia trata de adelgazar al precio que sea, tratando de romper esa imagen que permanece grabada sólo en su mente, debe destruir ese espejo cóncavo que le da una representación de sí misma horrible. La misma imagen que cuando nos observamos reflejados en una de esas bolitas que colgamos del árbol de Navidad. Pero, cuando esa bola se le escurra a esta niña de las manos, estallará contra el suelo, y junto a ella, en mil pedazos, se destruirá también el espejo cóncavo que tan sólo existe en la cabeza de Sonia; luego sólo quedará el cuerpecito escuálido de una adolescente que sufre de anorexia nerviosa, y puede que entonces ya sea demasiado tarde.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.