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DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Aznar reservó el tono duro para los portavoces del Grupo Mixto

Javier Casqueiro

José María Aznar se tragó ayer al menos cuatro espinas. Los representantes de las cuatro formaciones del Grupo Mixto (Bloque Nacionalista Galego, Eusko Alkartasuna, Partit per la Independència y Unión Valenciana) le recordaron su legítimo derecho a defender sus posiciones nacionalistas, divergentes y hasta republicanas, aunque fuese desde planteamientos minoritarios. Aznar no se tomó nada bien esa pretensión; tanto, que en ocasiones fue muy duro.

Lo peor que le podía ocurrir a José María Aznar con el Bloque Nacionalista Galego (BNG) era que su portavoz, Francisco Rodríguez, recuperase, línea por línea, el discurso de la marginación histórica de Galicia que le propinó el año pasado en el debate de investidura. Así sucedió ayer. Rodríguez no es un hombre de componendas. Se mostró seco, duro y sin concesiones.El portavoz del BNG negó cualquier posibilidad para la euforia. Achacó gran parte de los éxitos económicos al "negocio" de la "privatización total de empresas públicas rentables en provecho del gran capital financiero y trasnacional" y repasó, caso a caso, los "negros nubarrones" que amenazan o se ciernen ya sobre las principales factorías públicas asentadas en Galicia.

Sobre la actuación del Ejecutivo de Aznar en Galicia, Rodríguez admitió un cambio en favor "del Gobierno amigo de la Xunta de Fraga", pero, ironizó, sólo en los gestos, el protocolo y las visitas de los ministros para firmar convenios sin contenidos efectivos. Y rescató las ya legendarias reivindicaciones y olvidos. Demandó mayor apoyo a los sectores pesquero y lácteo y un mayor impulso a las relegadas autovías y a las caducas infraestructuras ferroviarias.

Rodríguez acabó con una apelación fulminante: "La política seguida con RTVE no ayuda a una infórmación plural ni contrastada ( ... ) Es más, se pone al servicio de guerras oligopólicas para el control de la información ( ... ) Y una parte del poder judicial, con entusiasmo descarado, participa en a guerra oligárquica".

Aznar sostuvo, con mal estilo, que Rodríguez no tenía legitimidad para hablar en nombre de los gallegos, sino sólo (le los que votan al BNG; calificó su intervención de tremendista; consideró "ofensivos" sus reproches y sus recuerdos a las "limosnas" que recibe Galicia, y replicó que su Gobierno se está volcando en la comunidad gállega en las autovías aún sin terminar y en otras actuaciones.

Begoña Lasagabaster, de Eusko Alkartasuna, marcó sus diferencias con agresividad y respeto. Alegó que el estatuto de Gernika sigue sin cumplirse. Pidió un esfuerzo de diálogo para resolver el problema de la violencia en Euskadi y se manifestó contra la supresión del derecho de asilo en la Unión Europea. Lasagabaster entiende que el Gobierno de Aznar se ha enquistado en planteamientos inmovilistas frente al terrorismo de ETA, y le criticó haber dedicado sólo 1,27 minutos a este asunto sobre los 70 totales de su discurso de la primera jornada. Aznar intentó en vano convencerla para que cambiase su posición contraria a suprimir el derecho de asilo en la UE.

José María Chiquillo, de Unión Valenciana, recogió el latiguillo de Aznar sobre que "España va bien" para lamentar que su comunidad no es así en asuntos como la exportación, la agricultura, el comercio y las pequeñas empresas, y que las obras para concluir la autovía Madrid-Valencia vayan tan lentas. El presidente del Gobierno tampoco asumió estas críticas. Dijo, igualmente con malas formas, que todos los datos que Chiquillo estaba manejando eran erróneos.

Pilar Rahola, del Partit per la Independència, proclamó sus principios independentistas y republicanos, y relató una larga lista de agravios económicos y en infraestructuras que padece Cataluña, como la tercera pista del aeropuerto de Barcelona y el retraso del AVE. En su descontento incluyó los recientes nombramientos en la justicia y el intervencionismo del Estado a la hora de favorecer unos medios de comunicación frente a otros en perjuicio de la libertad de expresión.

Aznar liquidó su batería de quejas con un Intento de complicidad que Rahola no aceptó. El presidente apeló al hecho de que Rahola estaba pudiendo expresar libremente en el Congreso cualquier tipo de idea radical como para aún encima tener que soportar "sus broncas" y regañinas. Pretendía ser una broma, pero desató todas las iras democráticas de la política catalana.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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