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Los políticos turcos descartan un golpe militar contra el Gobierno islámico

El Ejército turco no va a dar un golpe de Estado. Eso está descartado, según reafirmaron ayer fuentes políticas en Ankara, que coinciden con otras de Estambul. Las razones son varias. La primera es que el primer Gobierno islámico en Turquía está ya muerto de hecho y ha quedado demostrado que la continuidad del mismo es del todo inviable. Sólo falta que lo entiendan quienes lo dirigen, el primer ministro islamista, Necmettin. Erbakan, y Tansu Çiller, la dirigente de centro-derecha que lo apoya corno recurso desesperado para seguir en el poder.

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La segunda razón es que los militares entienden perfectamente la situación, son conscientes de que han logrado su intención sin recurrir a una intervención abierta y saben que ellos en el poder no tendrían soluciones políticas, sino que se convertirían en parte del problema.En tercer lugar, porque, se produzca o no la prohibición del partido islamista Refah de Erbakan, que ya ha solicitado la Fiscalía General del Estado, no habrá ni antes ni después de las próximas elecciones ningún partido laico que forme de nuevo coalición con los islamistas. "El ejército ha dado por concluido el experimento de la gobernación por parte de los islamistas. Lo hizo ya el 28 de febrero", afirman fuentes de Ankara.

Ese 28 de febrero, el Consejo Nacional de Seguridad, un órgano mixto del mando militar y del Gobierno, pero en realidad el organismo por el cual el ejército fiscaliza al poder civil, expuso una lista de 18 condiciones que el Gobierno debía adoptar. Pese a su resistencia, hoy ya está claro que el Gobierno ha tenido que acatar las medidas. Así, el islamista Erbakan se ha convertido en el primer ministro turco que más medidas ha firmado en contra del islamismo político. Ha firmado la ampliación de la educación obligatoria que impedirá que los niños en los segmentos más pobres de la sociedad entren ya a los diez u once años en las escuelas islámicas y que las niñas queden definitivamente encerradas en sus hogares, trabajos y oraciones, sometidas al proselitismo. Ha firmado incluso la depuración de oficiales islamistas en el ejército. El pulso entre el islamismo y el ejército, que se considera tutelador de la república laica desde su fundación en 1923, ya se ha producido. Y el islamismo ha perdido, señalan dichas fuentes.

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El ejército turco dio tres golpes de Estado entre 1960 y 1980. Los tres siguieron a procesos de desestabilización política que, según los militares, ponían en grave peligro a la república turca, su integridad y seguridad, así como su capacidad de defensa contra el enemigo de entonces que era la Unión Soviética para este Estado, el miembro más oriental de la Alianza Atlántica. Sin embargo, los militares turcos jamás intentaron mantenerse en el poder como otros ejércitos de tradición golpista en el mundo, y siempre entendieron sus intervenciones como una forma de recomponer el orden en la democracia tutelada que Turquía ha sido desde su fundación, bajo Atatürk. De ahí que, pese a los tres golpes militares, el ejército siga siendo la institución más respetada y con mayor prestigio de Turquía.

Las diferencias con Argelia e Irán son muy evidentes, según coinciden en señalar políticos, sindicalistas e intelectuales. Turquía tiene una larga tradición y continuidad como Estado fuerte -al contrario que Argelia-, en el que la religión siempre estuvo subordinada al poder -lo que no es el caso en Irán-. En varias ocasiones en los dos últimos siglos, el ejército otomano intervino para poner fin a revueltas de fanáticos religiosos. A estas intervenciones siguieron largos periodos en los que la religión dejó de tener relevancia política.

Son muchos los que piensan que esto volverá a repetirse ahora. Consideran que el fracaso del islamismo en el Gobierno y la creciente movilización y cohesión laica en su contra le harán perder su fuerza inicial y darán el suficiente tiempo, a la sociedad turca, en rápido proceso de desarrollo, a fortalecer sus defensas en contra del fanatismo religioso. Y descartan que el islamismo turco pueda recurrir a la violencia una vez marginado del poder, tal como ha hecho en Argelia. El islamismo puede amenazar e intimidar a mucha gente desde la legalidad, pero no recurrirá a las armas en contra del Estado turco. Es respetuoso con el Estado aunque no lo sea con la democracia. Además, no tendría posibilidad alguna, señala el escritor Orhan Pamuk, amenazado por los islamistas no hace mucho.

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