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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Espíritu de Marshall

EL EGOÍSMO inteligente tiende a ser generoso, pues en la generosidad ganan todas las partes. La que recibe, pero también la que da. Éste es el espíritu que presidió, hace hoy 50 años, el plan que recibió el nombre del entonces secretario de Estado norteamericano, que lo esbozó en un famoso discurso. De este plan de ayudas quedaron sólo exentos los países dominados por la Unión Soviética, porque Stalin no lo permitió, y España, por ser una dictadura simpatizante con el fascismo.En el Plan Marshall está la semilla de muchas de las cosas que han ocurrido luego en Europa, entre otras, la propia construcción europea. El Programa para la Reconstrucción de Europa no sólo canalizó ayudas hacia el Viejo Continente, destrozado tras la guerra, sino que obligó a los países recipiendarios a colaborar entre ellos y a crear riqueza y a fomentar la democracia.

Éstos son los elementos del Plan Marshall que hoy guardan más actualidad, por encima de la cuantía de la ayuda. EE UU canalizó entre 1948 y 1951 hacia Europa ayudas por valor de 13.400 millones de dólares (unos 100.000 millones de dólares de hoy). Fue dinero bien aprovechado, puesto que, además de la reconstrucción, facilitó la llegada de la inversión privada a Europa.

Cuando Clinton habla ahora de un Plan Marshall privado para Europa del Este da la sensación de no haber entendido el espíritu del original. Desde la caída del muro de Berlín, en 1989, la UE ha otorgado ya más del doble de la cantidad equivalente al Plan Marshall. Más que en Europa Oriental, es al sur de nuestro continente donde se siente la necesidad de apoyos para que nuestros vecinos crezcan y se desarrollen. El proceso de Barcelona para la creación de una zona de cooperación en el Mediterráneo es una idea en la línea de Marshall. Pero requiere, aunque sólo fuese por egoísmo, un mayor esfuerzo de la antaño subvencionada Europa.

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