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FERIA DE SAN ISIDRO

La emoción del toro bravo

Celestino Cuadri lidió una corrida de toros. Y, dicho esto, no deberían hacer falta más explicaciones para dejar sentados el espectáculo y la emoción que trajo al ruedo venteño. Lo que ocurre es que en el tiempo presente a cualquier cosa se le llama corrida de toros. También a cualquier cosa se le llama torear. Y no es lo mismo, no es lo mismo...Una corrida de toros es, como su propio nombre indica, seis toros con presencia, con casta y con lo que hay que tener. A título de ejemplo: la corrida de Celestino Cuadri. Saltaban a la arena los toros de Cuadri y exhibían el trapío inconfundible de su encaste: no largos; sí altos, serios, cuajados, badanudos, cornamentas vueltas.

Casta la llevaban todos; bravura, algunos; poder, varios. La casta es la condición inexcusable del toro de lidia. La casta es lo que define su comportamiento, que puede ser bravo o manso, pronto o tardo. Los dos primeros ejemplares resultaron tardos y tanto Esplá como Miguel Rodríguez les hicieron faenas voluntariosas, aunque sin ningún aporte de recurso lidiador. Intentaban el derechazo y el natural, no salía, se les acababa el repertorio.

Cuadri / Esplá, Rodríguez, Liria

Toros de Celestino Cuadri, con trapío y casta, varios poderosos, también bravos. Luis Francisco Esplá: pinchazo, otro bajo y dos descabellos (silencio); pinchazo, otro hondo caído, rueda de peones, pinchazo bajo y dos descabellos (bronca). Miguel Rodríguez: dos pinchazos -aviso-, dos pinchazos más y descabello (silencio); pinchazo, estocada corta trasera y rueda de peones (pitos). Pepín Liria: estocada (oreja); golletazo infamante (silencio). Plaza de Las Ventas, 4 de junio. 28ª corrida de abono. Lleno.

El tercer toro ya dio juego distinto, se arrancaba de largo a las plazas montadas, mostró nobleza en banderillas, embistió a la muleta con humillada prontitud. Pepín Liria estuvo a la altura de la calidad del toro según los tramos de la faena: estupendos los ayudados, mediocres los naturales, magníficos de templanza y largura algunos de los derechazos que ligó en los medios.

Por el absurdo prurito de lucir las faenas en el puro platillo, allí se llevó Liria al toro con los plácemes jubilosos del público, y resultó que iba peor. Es decir, que el toreo de Liria perdió fuste, y menos mal que cobró un estoconazo, pues ganó una oreja que había empezado a perder con aquel insulso final de faena. De todos modos el gentío estaba con el toro, pidió que le dieran la vuelta al ruedo y abroncó al presidente por no concederla. Hizo bien el presidente: el toro se había repuchado, en varas, y toro que se repucha no merece honores póstumos.

Uno que no se repuchó fue el quinto. Ese toro, serio y poderoso, además de arrancarse de largo metía la cabezada bajo el peto, romaneaba y llegó a derribar dos veces. La segunda abarcó toda la panza del jamelgo con ambas astas, como si lo aupara en brazos, y se lo echó a los lomos. Tiempo hacía que no se veía nada igual. Luego el picador se vengó apalancándole tres brutales puyazos traseros que de poco lo abren en canal.

La afición, de nuevo adicta al toro y entusiasmada con su bravura, reprochó a Miguel Rodríguez que no le sacara faena. Quizá no hubiese motivo para tanto. No ya a Miguel Rodríguez sino al escalafón entero le habría venido ancho ese toro. Un toro que desarrollaba peligro pues, al menor descuido, ya estaba buscando con fiera agresividad al desbordado diestro.

Y, sin embargo, así es -así debe ser- el toro de lidía. Nadie ha dicho que el toro de lidia no haya de tener peligro. Eso del toro "que se deja", del toro "que sirve", son argucias de los taurinos malos, de su club de aduladores y de una caterva de ignorantes para justificar el toreo moderno, que se basa en pegarle pases a un animalucho descastado y gordinflón.Precisamente para dominar al toro de casta se inventó el toreo. ¿Que la encastada fiereza de su cornuda señoría me quiere pisar el terreno? ¿Pues yo se lo piso a usted, y le burlo con esta pañosa, y lo llevo embebido en ligazón hasta someterlo a mi mando y dejarlo hecho fosfatina. Y de ahí surgió una técnica, por supuesto no exenta de riesgos, que llamaban parar, templar, mandar... cargando la suerte. A los taurinos y su corte, ¿les suena?

Decepcionó Luis Francisco Esplá, que aliñó al cuarto y no estuvo ni lidiador. Pepín Liria no pasó de voluntarioso con el sexto, que tardeaba. Miguel Rodríguez expuso el físico dentro de un orden y no tiene culpa de nada.

Una voz del tendido dio la clave: "¿Dónde están las figuras?". Y hubo consenso acerca de que las figuras ni hartas de vino se pondrían delante de los toros de Cuadri. Ni hartas de vino aceptarían el toro de casta brava que da emoción y grandeza a la fiesta verdadera.

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