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Tribuna
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Héroes

Rosa Montero

Ya ha empezado el juicio contra el atacante de Milud Jedari, aquel argelino que perdió un ojo y una pierna al caer al metro por ayudar a una dama en apuros. A Milud, ya saben, le convertimos de la noche a la mañana en héroe rutilante con ese amor que tenemos los humanos por los cuentos de hadas. Se le dieron medallas, apoyos económicos y, lo mejor de todo, papeles en regla, con lo cual le sácamos de la marginación y la ilegalidad, si bien con algún cachito menos de su anatomía.Ahora la abogada del agresor, que es portugués y probablemente un pobre pringado, como en su día lo fue Milud, ha vuelto a resaltar que el argelino había tenido varios encontronazos con la ley, y que dos semanas antes de aquel asunto había sido detenido acusado de robo con violencia e intimidación. Me temo que aquel Milud atracador , en fin, no nos hubiera caído muy simpático. "Estaba pasando un momento muy malo", explicó él. Probablemente al Milud heroico, con papeles, con un cuarto alquilado, con empleo, con dinero en el bolsillo y acariciado por la mirada benevolente de sus vecinos, le parezca hoy mentira haberse dedicado a esas tropelías hace apenas un ano. Desde la integración social, las negruras de la desintegración siempre resultan bastante incomprensibles.

Seguro que Milud es un chico estupendo, y además ha pagado un alto precio para sobrevivir. No es él quien me preocupa sino nosotros: o, para ser exactos, lo estereotipado de nuestra mirada. Acaban de detener a un angoleño que intentó asaltar una cafetería madrileña: se echó un paraguas a la cara como si se tratara de una escopeta y exclamó: "¡Arriba las manos!". Seguro que este pobre angoleño nos parece poco menos que basura, y, sin embargo, también él está hecho (como tú, como yo) de la simple, azarosa materia de los héroes.

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