Estampas de la vieja tauromaquia
Pablo-Romero / Fundi, Valderrama, Rosa
La vieja y la moderna tauromaquia se daban la mano. A veces no se daban la mano y cada una miraba por su lado. Saltaban a la arena los toros de Pablo-Romero y reproducían las estampas más bellas de la vieja tauromaquia. Luego iban los Pablo-Romero, se pegaban la costalada y esa era la moderna tauromaquia, la tauromaquia puesta al día, tauromaquia de punta -vamos al decir, usando el último grito de la comunicación hablada y escrita-Saltaban a la arena los toros de Pablo-Romero -seriedad y trapío, preciosa capa cárdena, armoniosa lámina- y si llega a estar allí el Cúchares habría exclamado: "¡Estos son los míos!".
Toros de Pablo-Romero, de irreprochable trapío y preciosa lámina, mansos, varios inválidos; 6º, devuelto
Sobrero de Viento Verde, serio y cuajado, renqueante, con casta y genio.Fundi: dos pinchazos, media y rueda de peones (silencio); pinchazo y estocada trasera caída (silencio). Domingo Valderrama: media trasera -aviso- y descabello (vuelta con protestas); dos pinchazos -aviso- tres pinchazos y bajonazo descarado (silencio). Angel de la Rosa: dos pinchazos, estocada ladeada, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio); media (silencio). Plaza de Las Ventas, 1 de junio. 26ª corrida de abono. Lleno.
El Cúchares también habría abrazado en calidad de colega a Fundi, que empleaba las formas propias de la tauromaquia primitiva, acaso las de la prehistoria de la fiesta, cuando aún no se habían descubierto las reglas del arte.
No es lo malo que Fundi renunciara a instrumentar suertes preciosistas a los Pablo-Romero de su lote, cuyo genio quizá no las admitían, sino que no empleara las de castigo y dominio, todas ellas eficaces y bonitas, concebidas después del Cúchares y experimentadas ampliamente a lo largo de la historia de la tauromaquia. Sus maneras de citar, reunir y prender las banderillas parecían las propias de la edad de las cavernas; por supuesto antes de que El Gordito hiciera así y se le ocurriera quebrar asomándose al balcón.
Salió un toro cárdeno de hermosísima lámina y encastada nobleza y Domingo Valderrama le aplicó la tauromaquia eterna. Qué bien toreó Domingo Valderrama. Qué torerazo cuando daba distancia y embarcaba valentísimo los redondos y los naturales, imprimiendo temple y mando a las suertes. Qué torerazo en los pases de pecho largos, en los cambios de mano, en la inspirada trincherilla. Y qué torerazo, principalmente, al cuajar a dos manos cuatro ayudados hondos, cada uno de los cuales valía para ilustrar el mejor cartel de toros.
Llega a instrumentar esa faena uno que yo me sé y la plaza se convierte en un manicomio. Ocurrió al revés: algunos protestaron que Domingo Valderrama diera la vuelta al ruedo. También es cierto que muchos no sabían ni cómo se llamaba ese pequeño torerazo que se había atrevido a revivir la tauromaquia clásica. ¿Valderrama dice usted? ¿El que cantaba aquello de "cuando salí de mi tierra volví' la cara llorando"? ¿Su primo acaso?
Ni el Cúchares hubiese podido entender el significado de un vozarrón épico que se escuchó durante uno de los pasajes de la azarosa faena de Valderrama al quinto Pablo-Romero. Dijo el vozarrón: "¡Gol del Hércules!". Y se armó tremendo alboroto. Lo de "Gol del Hércules", fue, una llamada al zafarrancho, y corrió por el graderío un trémolo de alborozo, un rebullir, un dislocado bracear, un continuo zangoloteo sobre la piedra de quienes tenían culo de mal asiento.
Gol del Hércules... Lo oye el Cúchares y pasa del asunto. Hércules era anterior a su época, a la tauromaquia y a la prehistoria de la tauromaquia. Hércules lo tenían hecho bronce en el palacio de Cnossos y lo invocaban en Creta. Si, además, metía goles al Barcelona, eso no lo podía saber el Cúchares ni lo registra la historia. Domingo Valderrama estuvo deslucido con el toro del gol del Hércules y lo mató fatal. Para entonces la corrida ya se había venido abajo. Las ovaciones y los rumores admirativos con que se es tuvo celebrando la aparición de los Pablo-Romero cesaron hacía tiempo. Tan inválidos estaban que ya no daba gusto verlos. Ángel de la Rosa no pudo hacer faena a uno pues se desplomaba. Devolvieron el sexto y el sobrero de Viento Verde, recrecido tras las varas, sacó una casta agresiva de tal naturaleza que Angel de la Rosa pasó zozobras en su fallido intento de torearlo utilizando los modos edulcorados de la tauromaquia moderna. Las estampas de la añeja tauromaquia que reproducían las imágenes preciosas y arrobadoras de los toros guapos, perdieron valor. "Qué bello busto, pero sin seso", dijo el poeta. Bueno, algo así.
Babelia
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