El libro
UNA VEZ más, con ese ritmo anual que acaba por convertir el festejo en rito y -casi- en rutina, se inauguró ayer la Feria del Libro de Madrid en su edición número 56. Fiesta, rito y rutina son conceptos básicos en la vida cotidiana de una sociedad que aspira a la convivencia pacífica; y si además lo que se celebra es el libro, su carácter cíclico adquiere una especial relevancia. El estímulo de la lectura es esencial para elevar la cultura ciudadana y, con ello, el grado de tolerancia social.El sector editorial ha devenido hace tiempo en uno de los más boyantes de la llamada industria cultural o del ocio, un sector que, a su vez, incrementa con saludable constancia su peso en las economías desarrolladas. España es uno de los países más importantes en la producción editorial: quinto en el mundo y tercero en Europa. El número de títulos, unos 50.000 anuales, y el volumen de negocio -en 1995 superó los 400.000 millones de pesetas- son lo suficientemente expresivos.
Pero no todo son buenas noticias. Libreros, distribuidores, editores y, sin duda, autores no pueden evitar cierta inquietud ante un fenómeno comercial que comparten los mercados europeos y el estadounidense: la cada vez más corta vida del libro en los centros de venta. La duración media en librería no sobrepasa los dos meses, y ello puede modificar el concepto tradicional del libro como transmisor de conocimiento o creatividad. Si se reduce su vida media, es evidente que la oferta buscará más el impacto inmediato que aquello que exige -en su realización y en su lectura- sosiego.
Pese a todo, el madrileño parque del Retiro será hasta el 15 de junio un importantísimo centro cultural de indiscutible tirón popular. En 1996, la feria fue visitada por más de dos millones de personas, que compraron 400.000 libros. El desfile de escritores y las actividades complementarias convierten al parque y a la ciudad en el mayor espectáculo editorial del año.
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