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Tribuna
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Recuento fúnebre

Aunque existan todavía discrepancias sobre la forma de realizar esa siniestra estadística, el recuento fúnebre de las víctimas de la guerra sucia contra ETA está ya suficientemente documentado y difundido. En un anexo de Amedo. El Estado contra ETA (Plaza y Janés, 1989), los periodistas Melchor Miralles y Ricardo Arques detallaron con minuciosidad (fecha, lugar, víctimas, autores) los atentados mortales de los GAL en el País Vasco francés desde octubre de 1983 a julio de 1987; si se incluyese dentro de esta siniestra lista el asesinato de Santiago Brouard en Bilbao, el cómputo total de muertos ascendería a 27.Pese a los denodados intentos del PP por ignorarlo, el libro de Miralles y Arques también ofrece una circunstanciada relación de los crímenes cometidos bajo los gobiernos de UCD en operaciones de guerra sucia contra ETA; ese listado totaliza igualmente 27 muertos, entre ellos Argala (entonces el máximo dirigente de ETA). Entre 1977 y 1982, España y el País Vasco francés fueron escenario de numerosos atentados reivindicados en su gran mayoría por el llamado Batallón Vasco Español (BVE) cuya infraestructura logística y red de mercenarios sería utilizada posteriormente por los GAL. Pero el celo desplegado por los portavoces del PP para recordar a bombo y platillo los 27 asesinatos causados por la guerra sucia entre 1983 y 1987 contrasta con su hermético silencio respecto a los 27 asesinatos provocados por esa misma estrategia entre 1977 y 1982; sin embargo, no parece aventurado suponer que BVE y GAL fueron simplemente nombres utilizados por una sola banda criminal en la guerra sucia contra ETA: sólo queda por saber si la continuidad desde el lado de la oferta (nacida de los aparatos de seguridad del Estado) tuvo protecciones diferentes desde el lado de la demanda (procedente de los gobiernos de UCD y del PSOE).En cualquier caso, la opinión pública parece hallarse menos familiarizada con la sangrienta estadística de los crímenes perpetrados por el terrorismo a lo largo de la transición y bajo la democracia. El reciente libro de José María Calleja titulado Contra la barbarie (Temas de Hoy, 1997) ayudará a colmar ese vacío: un apéndice de más de 90 páginas ofrece la relación de los nombres y la condición profesional o social de las víctimas del terrorismo desde junio de 1968 hasta abril de 1997, así como una completa información sobre la fecha, el lugar y la autoría de los atentados. El listado arroja un total de 961 muertos, si bien la Asociación de Víctimas del Terrorismo reduce la cifra a 799 asesinados: la razón de esa discrepancia es que la primera relación incluye también los atentados de la ultraderecha (aunque no los crímenes de los GAL y del BVE en el Sur de Francia) y la segunda se limita a los crímenes perpetrados por las diversas ramas de ETA y por los GRAPO.

Redactor de la agencia Efe en Guipúzcoa desde 1984 a J986 y editor-presentador de los informativos en Euskal Telebista hasta su defenestración en 1996 por la cobardía de sus directivos ante las presiones del nacionalismo radical, José María Calleja cubrió sobre el terreno la primicia informativa de crímenes horribles. Contra la barbarie logra transmitir las emociones de un periodista obligado por su oficio a contemplar los cuerpos destrozados en los atentados y la desolación de sus familiares en los entierros; concebida como un alegato en favor de las víctimas de ETA (tal es su subtítulo), la obra rememora episodios tan escalofriantes como el asesinato de Yoyes en presencia de su hijo de dos años durante las fiestas de Ordizia, el ametrallamiento del policía nacional Mohamed Hamed Abderraham en la autopista Bilbao-Behobia y la voladura en pleno centro de San Sebastián del automóvil en que viajaba el general Garrido con su mujer y su hijo. La lectura de este libro "informado, valiente y necesario" (así lo califica Fernando Savater en el prólogo) lleva a la amarga conclusión de que la desigualdad también reina en los cementerios.

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