Los percances, 'Triunfador' y la crueldad de las colleras
Al quinto toro, en el bar del 9, tertulia de aficionados. Don Luis Espada, presidente, se confiesa: "Las colleras deberían prohibirlas. La lucha es demasiado injusta, y le clavan al toro un almacén de hierro". El invento, que según parece sacaron los Peralta para meter más familia en el cartel, fue seguida ayer con el mismo entusiasmo de siempre. El triunfalismo se disparó ya en la faena. de Fermín Bohórquez, primer torero -torero a caballo- en salir por la puerta grande de Las Ventas en San Isidro 97. Como su primo Antonio Domecq, cortó dos orejas en solitario y sumó una más en las colleras. Tras la corrida, tampoco es que Bohórquez echara cohetes. Seguramente porque el triunfo llegó con todo tipo de percances. No tantos, ciertamente, como los de Ojeda, que según decía un aficionado había "interpretado un sainete". Pero algunos, sí: Bohórquez se clavó un arpón al prender una rosa, sufrió un topetazo sin consecuencias cuando estaba pie a tierra y rompió la cadenilla de su caballo al entrar a matar: "Sí, la verdad es que me ha pasado de todo", decía sonriente antes de salir a las colleras, "y me daba miedo que la gente se enfriara. Por eso he matado sin cambiar de caballo".Bohórquez tenía además otra pena -"el toro del triunfo se aquerenció en tablas y no pude airear la faena lo que hubiera querido"-, pero aparecía eufórico en el patio de caballos. Allí estaba el mayoral de su cuadra, Julián Carrejo -"20 años viniendo a Las Ventas, primero con su padre y luego con él"-, que sujetaba con mimo dos de los siete caballos que habían traído de Jerez.
'Triunfador'
Entre ellos, el tordo Triunfador, que enloqueció a la gente con su galope de lado y a las yegüas con su estampa jerezana. "No tiene precio", decía con orgullo, el mayoral. "A Fermín le han ofrecido mucho dinero por él. y no lo vende ni loco. Tiene ya 9 años para 10, y el año pasado le daban 50 millones y no lo vendió. Y un cheque en blanco y tampoco".Triunfador será un semental. Cuando se retire. Hoy, según Carrejo, esa actividad le perjudicaría para torear. Otra cosa es que no le guste. Mientras espera salir al ruedo, lleva una venda en los ojos: le evita los nervios que le produce mirar a una yegüa pintona. "Es que son muy listos. Desde por la mañana, cuando se les enlaza, saben que van a torear".
Junto a la estrella han venido yeguas, enteros y castrados: Gitano -un veterano negro, del hierro Blanca Domecq Zurita, que hoy ya sólo hace el paseíllo-, Gaecero, Canario, Macarena, Valenciano y Romerito. Son una selección de muchos más, que según el mayoral "esto es como en el toreo a pie: de diez que lo intentan sólo vale uno o dos".
Babelia
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