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"El era un encanto y me embaucó"

Su marido se estrenó a los cuatro meses de casada. Ana María Palominos, administrativa, de 33 años, se casó con 24, tras año y medio de noviazgo y otro de convivencia. Tienen dos hijos. Un día, al salir del trabajo, dos carteristas le dieron un tirón y se quedó sin bolso. Se fue a denunciarlo a comisaría y tardó tres cuartos de hora más en llegar a casa. Lo que le esperó, sin mediar palabra, fue un solemne sopapo."Antes no intuí nada, es curioso, son tan aparentemente normales. Era muy cariñoso y me embaucó porque era un encanto", relata Ana. Luego vinieron las disculpas, lloriqueos y juramentos de amor eterno. Incluso tras una paliza le mandaba flores al trabajo. "Y no sólo te convences de que no va a volver a pasar, sino que te hace sentir culpable, me destruyó la autoestima".

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"Claro que ellos tienen problemas", dice Ana. "Para empezar, son muy agresivos y también celosos. Cuando dejé de tener relaciones sexuales porque ya me maltratataba, me decía que era porque yo estaba con veinte hombres". El marido de Ana consintió en someterse a un tratamiento pero lo dejó, y otra vez volvió a comenzar el calvario.

Las amezazas eran de este tenor: "Te voy a matar y no me importa esperar", "Tú denúnciame pero yo te llevo por delante". En el camino hasta un último golpe que le llevó al quirófano, mediaron 12 denuncias. A él le condenaron a ocho meses de prisión y 275.000 pesetas de multa, en una de las pocas sentencias condenatoria por lesión.

Pero Ana lamenta que las víctimas no tengan protección: "Mantener la situación de maltrato es jugarte la vida, es suicidarte algo. incluso así hay que denunciarlo". Ella está con sus hijos en un centro de recuperación y no se atreve a acercarse a su barrio. Él, al carecer de antecedentes, anda suelto. "Estoy nerviosa. Esa mujer [la asesinada en Cuenca] es un poco todas nosotras. Porque ella podíamos haber sido cualquiera".

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