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Halcones y palomas

Juan José Millás

Según Adriano García Loygorri, concejal de Medio Ambiente, la paloma es un animal perjudicial. "Incluso la rata es más beneficiosa", añade. Y lleva razón, lleva razón. ¿A quién se le ocurriría atribuir a esa alimaña toda la carga de buenos sentimientos de la que ha tenido que hacerse cargo, la pobre, sin reunir ninguna aptitud? Yo voy a darles de comer al Retiro para cultivar el horror dominical y no olvidar de dónde vengo, así que las conozco bien y sé de qué hablo. De entrada, el 90% de estos bichos ha perdido sus dedos porque son caníbales y se los comen entre sí mientras duermen. Da pena ver cómo se acercan a los granos de maíz sobre un par de muñones que deberían ocultar piadosamente con un trozo de calcetín o algo para no asustar a los niños. Se reproducen a una velocidad de vértigo y, según el reportaje de Antonio Jiménez, publicado en estas mismas páginas, eligen para anidar cornisas y salientes de buhardillas que les recuerdan los acantilados y oquedades naturales en los que vivían antes de emigrar a la ciudad en busca de un futuro mejor para los suyos. Ese golpe de nostalgia las humaniza un poco, pero no se dejen engañar: sus excrementos tienen un componente corrosivo que acaba con todo lo que tocan. Esas cornisas que se caen sobre nuestras cabezas los días de viento han sido previamente devastadas por las heces de estos animales atroces que se ciscan en lo más sagrado.Hay que proponer enseguida que en los actos simbólicos dedicados a la libertad, incluso a la libertad de prensa, dejen de soltarse palomas y se liberen ratas. La ceremonia ganaría en significación y daría más juego a los periodistas.

Si Noé hubiera excarcelado a una rata en lugar de a una paloma, hoy hablaríamos de la rata de la paz, que expresa mucho mejor que cualquier ave estúpida de qué hablamos cuando hablamos de amor.

Total, que el Ayuntamiento no sabe cómo quitárselas de encima, aunque se trata de un problema antiguo del que suele ocuparse este suplemento cada dos o tres años. Yo sugerí en su día que los responsables municipales viajaran a Barcelona para tomar ejemplo, porque allí se han deshecho de esta peste sin que la Sociedad Protectora de Animales dijera esta boca es mía. O sea, que está todo inventado; no hay más que moverse un poco para darse cuenta de que la extinción de la paloma ha sido declarada tácitamente patrimonio de la humanidad y a ello se dedican todos los municipios preocupados por la conservación del medio ambiente. Pero Madrid es Madrid y Barcelona es Barcelona, qué le vamos a hacer. Un día vi una foto del despacho de Maragall y tenía un ordenador con turbo; sin embargo, sobre la mesa del de Álvarez del Manzano no hay más que un Cristo torturado y una foto de su señora en un marco de plata. Cada cual es cada cual y baja las escaleras como quiere. Por eso, quizá, aquí se ha llegado a hablar de halcones para acabar con estas aves. La idea, piensa uno, es peregrina (como el halcón) porque si bien es cierto que las palomas se cagan en todo lo que se mueve, incluidos nuestros hijos, los halcones sacan los ojos a todo lo que tiene órbitas y a lo mejor era peor el remedio que la enfermedad. De todos modos, gracias a este asunto nos hemos enterado de que en el tejado de la planta 28ª del Banco Bilbao Vizcaya, situado en el paseo de la Castellana, vive un halcón. Uno sabía que ahí anidaban buitres e hipotecas, pero cómo imaginar un nicho de rapaces tan completo en un lugar en apariencia tan inhóspito. ¿Por qué, se pregunta uno, el dichoso halcón no ha elegido la torre de una iglesia o el pináculo de una institución cultural? Pues porque es un halcón precisamente y sabe a quién ha de arrimarse para multiplicar sus beneficios. Fíjense cómo le va a la banca, que siempre gana más que el año anterior. Y encima no hay paloma que se atreva a soltar sobre ella una deyección corrosiva porque sale el halcón o el jefe de recursos humanos y se la come sin desplumar. Pero ya queda dicho que la alternativa al halcón no es la paloma, sino la rata, sobre todo en los tiempos que corren, en los que sería un excelente símbolo de la libertad, sobre todo de la libertad de prensa. A ver si me entienden.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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