_
_
_
_
_
Entrevista:

"La política ambiental española arranca con los conservadores"

Remontarse al origen del pensamiento ecológico en España es el tema del libro de Casado de Otaola, "el primer estudio dedicado a la historia de la ecología en nuestro país", según fue presentado en la Residencia de Estudiantes de Madrid el 5 de mayo. Versión reelaborada de la tesis doctoral del autor, Los primeros pasos de la ecología en España reconstruye la génesis de esta disciplina científica, desde finales del siglo XIX hasta el estallido de la guerra civil. Santos Casado de Otaola es profesor de Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma de Madrid, y coordinador de programas científicos de la Residencia.Pregunta. ¿Ha alcanzado la ecología un nivel aceptable de consolidación?

Respuesta. Su grado de implantación se evidencia en dos figuras de prestigio internacional, Ramón Margalef y Fernando González Bernáldez, significativas de que en España la ciencia eco lógica ha alcanzado un nivel por encima de la media. Esta maduración hace pertinente la pregunta por sus orígenes. De aquí el sentido de este libro, que abarca la prehistoria de la disciplina, desde 1866, cuando Haeckel acuña el término ecología y en la que situamos el inicio de la recepción del darwinismo en España, y se cierra en 1936, cuando la guerra civil abre una ruptura.

P. ¿Quiénes son los padres fundadores del pensamiento ecológico español?

R. Eran zoólogos, botánicos, geógrafos y esa clase de eruditos entonces denominados con el bonito término, hoy en desuso, de naturalistas. Destacan Odón de Buen, darwinista convencido y fundador del Instituto Español de Oceanografía; Celso Arévalo, interesado en la ecología de las aguas continentales y fundador del Laboratorio Español de Hidrobiología; Emilio Huguet del Villar, autor de Geobotánica, un texto de considerable valía, y Eduardo Hernández-Pacheco, impulsor de la primera red de espacios protegidos en los años veinte.

P. Su historia incluye a los pioneros ecologistas.

R. El punto de partida de la política ambiental española, referida en concreto a los espacios protegidos, se asocia a un personaje de políticamente conservador, Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, quien, como senador, en 1916 hizo aprobar la primera Ley de Parques Nacionales. No sorprende, pues es sabido que una raíz del conservadurismo europeo está en el gusto de la aristocracia por la caza, el alpinismo y los espacios salvajes. Desde la sociedad civil, la conciencia ambiental se fragua al calor de las primeras sociedades excursionistas, tanto en Cataluña, donde surgen alentadas por las raíces románticas del catalanismo, como en Madrid, donde la Institución Libre de Enseñanza hace suya la causa del medio ambiente promoviendo la educación en la naturaleza, con excursiones al Guadarrama. Más tarde, al proclamarse la II República, tiene lugar un redescubrimiento de la naturaleza, con valores próximos al ecologismo actual, visible en las medidas de protección del palmar de Elche y en el auge del excursionismo madrileño a la sierra de Guadarrama. El proceso se interrumpe bruscamente con la victoria franquista, al extremo de que la ecología debe refundarse en los años sesenta y setenta.P. ¿No recoge el franquismo la preocupación ambientalista de la tradición conservadora?

R. No, el franquismo ideológico carecía de conciencia ambiental, y en eso se alejaba del interés conservacionista presente en otros fascismos, manifiesto en el amor del nazismo por los bosques autóctonos. Otro factor que ahonda la discontinuidad abierta por la guerra civil lo pone el que la investigación ecológica previa a 1936 no lograse cuajar en las instituciones científicas. Sus aspiraciones chocaban con las prioridades fijadas en los centros de ciencias naturales, centradas en el catálogo de los seres vivientes de España. Por tal razón, los padres de la ecología española tuvieron mayor acogida en instituciones de orientación aplicada, como el Instituto Forestal de Investigación, que en el mundo académico.

P. ¿Cuáles fueron las aportaciones científicas de esa fase?

R. Me sorprendió la notable calidad y la actualidad de los trabajos de ese periodo, como la ecología vegetal de Huguet del Villar, por ejemplo, una obra injustificadamente olvidada, o los trabajos de Arévalo sobre la Albufera de Valencia, pionero en el estudio de los humedales ibéricos. El cuidado y conocimiento de los recursos hídricos y del fenómeno de la desfórestación preocuparon a los precursores de la ecología española, contraponiendo a la creencia dominante de que las estepas castellanas eran un fenómeno natural la tesis de su carácter artificial, producto de la tala de los antiguos bosques existentes en esas regiones.

P. ¿Cuál ha sido el legado de esa época fundacional?

R. Los primeros ecólogos insistían en que tan valioso como la catalogación de las especies vivientes era avanzar en la comprensión de los ecosistemas. Esa lección tiene plena vigencia, pues sabemos que el inventario de los seres, denominado biodiversidad, es complementario del estudio de los ecosistemas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_