100 años cantando
La Orquesta Sinfónica de RTVE rindió el sábado su homenaje al Orfeón Donostiarra que este año celebra su centenario. Como era lógico, vino el gran coro de San Sebastián y dirigió el conjunto José Antonio Sáinz Alfaro, sucesor y heredero de Norberto Luzuriaga, Miguel Oñate, Secundino Esnaola, Juan Gorostidi y Antxon Ayertaran.El año pasado conmemoró la Sociedad Filarmónica de Bilbao su primer siglo de existencia y en 1986, lo hizo la Sociedad Coral. En música es evidente que Euskadi creó, conserva y renueva. Ni siquiera la transmisión del encuentro Real Madrid-Barcelona impidió que la amplia sala de Antón Martín se abarrotase de un público que, como siempre, rodeó al Orfeón de cariño y entusiasmo: los que, por otra parte, se merece.
Orquesta de RTVE y Orfeón Donostiarra
Director: J. A. Sáinz Alfaro. Obras de Guridi y Orff. Teatro Monumental. Madrid, 10 de mayo.
Sáinz Alfaro (San Sebastián, 1956) alternó de muchacho los estudios de física y la dirección coral y ha sido monaguillo antes que fraile, quiero decir que cantó en diversos coros incluidos el Donostiarra o el de Baleares mientras cumplía el servicio *militar. Ahora parece lanzado a la dirección orquestal para la que posee indudables dones y sobre todo el de una vitalidad apasionada que anima cuanto interpreta. Quedó demostrado en sus versiones vivísimas de los Cuadros vascos, de Jesús Guridi, compuestos en los años veinte y probablemente resultado de los anteriores trabajos sobre el folclor de su país.
Desde Boga-boga a la Espatadanza pasando por Ator mutil, el autor de Amaya despliega su excelente oficio, desarrolla los temas y los superpone con gran belleza. Si alguna vez cabe hablar de la verdad unidad a la autenticidad ésta es una de ellas al fundirse en el hacer del maestro y los conjuntos.
Después, el Orfeón, la orquesta y tres solistas notables, sirvieron la encendida versión que hace Sáinz de Alfaro de Carmina Burana, la creación más perdurable de la gebrauchsmusik, basada en el codex latinus 4660 que guardan los benedictinos de la abadía de Beuren. Sin embargo, el compositor opera libremente y apenas pueden hallarse algunos breves trazos de la música original. Está, eso sí, el espíritu de los clérigos vagantes en sus cantos profanos a la fortuna, la primavera, la embriaguez o el amor. Carmina Burana nos atrae a ratos y nos enoja otros por la insistencia de las fórmulas.
Pero Sáinz Alfaro, el Orfeón, la orquesta, la refinada soprano Olatz Saitua, el estupendo barítono varsoviano Marcin Bronikowski y el tenor pamplonés Joaquín Asiaín, impulsaron la potencialidad de la cantata.
Carl Orff pensaba siempre en ella como algo representable y así la vi hace años en Berlín para dar la razón al músico. Total: apoteosis y la tradicional despedida con el Agur jaunak, casi un himno.
Babelia
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