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La policía descubre en un piso a un hombre muerto a puñaladas y a otro en estado de coma

Jan Martínez Ahrens

El número 16 de la calle del Alcalde López Casero (Ciudad Lineal) abrió ayer sus puertas al misterio. En el sótano B, en una vivienda habitada por magrebíes, una mujer descubrió el cadáver apuñalado de un inmigrante y, a su lado, el cuerpo de su compañero de piso, que no presentaba herida de arma y estaba en coma por ingestión de alcohol y otras sustancias tóxicas. Las sospechas sobre la autoría del crimen en un principio recayeron sobre el comatoso. Un compañero de piso de ambos afirmó a este periódico que las peleas entre uno y otro eran continuas.

Una mujer rubia, flaca y alta empezó a gritar. Acababa de salir con la camiseta ensangrentada del sótano B, donde supuestamente había encontrado el cadáver apuñalado de El Chino, de unos 35 años, y el cuerpo caído de otro magrebí, apodado Van Damme, de unos 25 años. Eran las 15.30, y pronto las sirenas de la policía y de las ambulancias del 061 -que trasladaron al comatoso al hospital Gregorio Marañón- se sumaron a los comentarios de los vecinos.Nadie sabía exactamente qué había pasado en el sótano B. Algunos aseguraban haber escuchado gritos poco antes de que la mujer rubia llegase; otros añadían que se había tratado de un ajuste de cuentas entre el fallecido y el otro. La policía, sin embargo, mantuvo el silencio -ni siquiera facilitó el nombre del fallecido- y acordonó la entrada del inmueble.

Saban Malah, argelino de 28 años, contemplaba la escena desde el bar Oporto, situado justo enfrente del portal del suceso. Acodado a la barra y con una cerveza en la mano, intentaba pasar inadvertido. Saban compartía habitación con El Chino. "Eran las tres de la tarde y yo estaba tomando café aquí mismo. Entonces llegó Van Damme, compró dos botellas de vino y me pagó una cerveza. Me dijo que iba a tomar vino con un amigo. Luego se metió en la casa y ya no sé, yo me quedé aquí, en el bar. No quiero líos, nadie me va a ayudar". Saban, con la cara llena de escaras y un pie escayolado y sucio, apenas quiso contar más. "La rubia creo que era amiga de Van Damme, y éste, que tenía una habitación para él solo, no se llevaba bien con nosotros. La verdad es que tampoco hablábamos ni nos preguntábamos nada. Yo, a veces, ni siquiera iba a dormir. Pagaba mi parte del dinero [el piso, de 75 metros cuadrados, les costaba un total de 49.000 pesetas al mes] y nada más. Yo no veía cómo se pegaban, aunque sé que discutían".

Un operario de la limpieza señaló que sobre la una de la tarde vio cómo un hombre, presumiblemente Van Damme, salía del bar Oporto con dos botellas de vino. Este hombre, al cruzar la calle para dirigirse a su portal, estuvo a punto de ser atropellado por un coche. Enfadado, arrojó una botella contra el suelo y luego entró en su vivienda. Poco después se cometió el crimen.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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