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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En agradecimiento a Gabo

Hasta los nueve años mantuve continuas disputas con mi madre cuando a las doce de la noche me apagaba la luz, en el momento más crucial de la acción de la novela que estaba leyendo. Después, para su perplejidad, tenía prisas para cenar y subir a acostarme; ella no sabía que había aprendido a contarme mis propias novelas en el silencio y la oscuridad de la noche. A los 11 años comencé a escribirlas, ocultándolas por timidez, no lo suficiente como para evitar que las descubriesen mis hermanas mayores que afearon mis faltas de ortografía. A los 13 años le escribí una carta a un amigo, al terminar el curso, a su pueblo, contándole fantásticas aventuras amorosas. La cazó mi padre, me dio una soberana paliza y me dejó sin salir a la calle durante todo el verano. A pesar de su pretendida furia por el tema de la carta, me di perfecta cuenta de que el motivo de su despecho eran las horrendas faltas de ortografía en que había incurrido. En 1947-48 suspendí cuatro exámenes para el ingreso en la Escuela de Aparejadores, sin lograr superar la primera prueba selectiva en la que un dictado era el ejercicio clave.Dirigí mis pasos a otros centros de estudios que por considerarse más superiores daban por supuesto el dominio de la ortografía. Seguí escribiendo novelas, fantaseando y modificando el mundo y la vida a mi antojo; pero las guardaba, y las guardo, con el mismo pudor que reservo para mis genitales. Tenía la misma afición por las matemáticas que, por la literatura, y también una tara similar a la ortografía: cometía frecuentes errores en los cálculos aritméticos. Hay una diferencia, entre los grandes matemáticos casi se presume de ser malos calculistas; Poincaré (Henri) lo hacía así, y creo que también Einstein. A pesar de todo abandoné otra carrera indignado porque, fui suspendido por equivocarme en el cálculo, teniendo, la solución del problema bien planteada.

En 1962 tuve la suerte de poder entrar en el mundo de la informática, casi un pionero, y se solucionaron de golpe mis problemas de cálculo, más tarde también se me aliviaron los de ortografía con el Abc. La informática me dio todo lo que podía pedir, desde el pluriempleo (tenía que sacar adelante una familia con cinco hijos), hasta el número uno en la primera oposición al cuerpo superior de tecnologías de la información de la Administración del Estado, pasando por dos premios de 14 aciertos en las quinielas logrados con un programa informático escrito por mí.

Ahora, jubilado, me sonrío recordando aquel bello cuento de Maugham (también película) en el que un empresario. triunfador contesta a la exclamación de un periodista. "¡Qué hubiera llegado a ser sabiendo escribir!: sacristán". Yo hubiera sido aparejador-

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