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Toque de queda infantil contra las balas perdidas de Cali

Wendy Muñoz, una niña de apenas cuatro años, esperaba que su madre le sirviera un café con leche como era su costumbre todas las noches antes de ir a dormir. De repente sonó un disparo en la calle que asustó a los que estaban en casa. La madre buscó a su hija y la encontró tirada en el suelo con un pedazo de pan en la mano. Una bala perdida había terminado con la vida de Wendy. El proyectil, contó la angustiada madre, entró a través de una pared de madera adornada con varias estampas de la Virgen María. El hecho ocurrió el pasado domingo en la ciudad de Cali, la tercera en importancia en el país.No es un hecho aislado. Ayer un portavoz del hospital universitario de Cali reveló la gravedad del problema: "Estamos matando a nuestros niños", dijo alarmado al denunciar que en sólo tres meses han atendido casi 200 menores de 17 años heridos en hechos violentos. Ciento dos de ellos heridos con arma de fuego. En este mismo lapso de tiempo, seis niños han muerto por "balas perdidas".

Las autoridades no saben qué hacer con este problema, que parece habérseles escapado ya de las manos. A partir de ayer se impuso el toque de queda. Los menores de 18 años deben estar en sus casas a las once de la noche. Los que incumplan serán retenidos hasta que sus padres vayan por ellos y los que reincidan deben pagar fuertes multas.

La mayoría de los casos se han presentado en el sector de Aguablanca, un gigantesco cinturón de miseria que rodea a esta ciudad, la más importante del sureste colombiano. Allí se amontona gente de muy bajos recursos. No cuentan con los servicios mínimos, ni con escuelas ni puestos de salud. "El no futuro" fue el origen de muchas pandillas juveniles, dicen los que conocen el fenómeno. Los enfrentamientos entre ellas se ha vuelto asunto cotidiano. Pelean por adueñarse de sectores de la zona. "Se enfrentan a pleno día en los parques, en las calles y huyen luego por los tejados de las casas en medio de la lluvia de plomo", relata un conocedor de la situación. A pesar del plan de desarme que se implantó en Cali el año pasado, estas bandas cuentan aún con un poderoso arsenal.

El jueves pasado Daniela Arteaga, otra menor también de cuatro años, murió y un bebé de apenas 10 meses resultó herido cuando dos bandas se enfrentaban en la calle. Una bala rebotó en el pavimento y se incrustó en la cabeza de la pequeña que jugaba desprevenida en la puerta de su casa.

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