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Entrevista:

"La literatura catalana está mejor que la chechena"

Quim Monzó (Barcelona, 1952) es todo un fenómeno literario. Desde que se publicó en catalán su libro Guadalajara, el pasado mes de octubre, lleva vendidos más de 50.000 ejemplares. Y sigue tan campante. Para reafirmar el fenómeno, Anagrama publica ahora la versión castellana, que presentará en Madrid el próximo día 17. El libro es un conjunto de relatos escritos al estilo Monzó; es decir, bien escritos, tensando la cuerda.Pregunta. ¿Por qué le puso Guadalajara si esta ciudad no aparece en ningún relato?

Respuesta. Pues porque sí. Pienso que los títulos no tienen por qué explicarse. Marx. Frisch, al fin y al cabo, también le puso Andorra a una obra que no tenía nada que ver con el pequeño principado pirenaico, que tiene de todo menos mar.

P. En este libro hay menos sexo que en su obra anterior, El porqué de las cosas. ¿A qué se debe?

R. Falso. Corrigiendo pruebas descubrí que en el cuento sobre Robin Hood hay como mínimo una o dos bacanales, amén de una barbacoa. Es sabido que el sexo no es indispensable en las barbacoas, pero ¿cuántas veces las costillas con chimichurri no han degenerado en la más cotidiana lascivia? El sexo puede no ser evidente, pero está ahí: agazapado, preparado para saltarte a la yugular.

P. Abundan, eso sí, los relatos claustrofóbicos.

R. La aparente claustrofobia no es más que el velo tras el cual hierve la vida... y las habichuelas.

P. A menudo lo califican, en cuanto catalán, de autor periférico. ¿Qué piensa cuando se lo dicen?

R. Pienso siempre en qué burdel debía de trabajar la madre del que así me califica. En plena aldea global, quien por razones geográficas etiqueta a unos escritores como periféricos y los coloca en el estante de abajo es un imbécil o un cretino. O ambas cosas a la vez.

P. ¿Cómo ve la literatura catalana actual?

R. Pues en mejor situación incluso que la chechena. A medio camino entre la finlandesa y la nepalí, por citar dos ejemplos al azar.

P. En Guadalajara da la vuelta a historias como la del caballo de Troya, el escarabajo de Kafka, Guillermo Tell y Robin Hood. ¿Le gusta ir contra los tópicos?

R. ¿Qué hace al fin y al cabo Cervantes en el Quijote? Agarra un cliché, un género manido, y le da la vuelta. Eso se ha hecho desde siempre y se seguirá haciendo por los siglos de los siglos, amén.

P. Otro bloque lo constituyen los relatos de gente que renuncia, como el político que se niega a votarse a sí mismo o el actor qué está harto de repetir su papel.

R. En el libro hay un bloque en el que conviven historias de individuos que renuncian con las de individuos que se niegan a renunciar y con otros que ni siquiera se plantean la renuncia. El último relato, de hecho, trata de un individuo que renuncia a la máxima renuncia: el suicidio. ¿Por qué? Si lo supiese no habría escrito el libro.

P. The New York Times ha alabado su calidad y lo ha comparado a Kafka y a los surrealistas. Le Monde lo relaciona con Nabokov. ¿No le impresionan tantos elogios?

R. Evidentemente, me siento halagado. Y cuando más halagado me siento es cuando me citan a autores que no he leído en mi vida, cosa que me ha pasado en un par de ocasiones y que confirma esa obsesión de algunos críticos por, más que criticar, buscar árboles genealógicos, cosa que me parece una absoluta sandez.

P. El libro se lo presentará en Madrid El Gran Wyoming. ¿Siente alguna complicidad con su programa?

R. Siempre estaré en deuda con él, ya que por mi culpa, cuando Ramon Colom vetó mi presencia, perdió El peor programa de la semana en TVE. Ahora, cuando veo cada semana en TV-3 al orondo Ramon Colom con su programa, pienso: ¿a quién invitará Ramon Colom para que otro Ramon Colom más orondo que él le señale la puerta de la calle?

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