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Europa, los derechos humanos y la biomedicina

Una ciudad del sur de Francia. Una joven acaba de perder a su marido. La pareja seguía un tratamiento contra la infertilidad. La joven viuda se dirige al laboratorio para que le implanten los embriones de la pareja allí depositados. Rechazo del laboratorio, confirmado por los tribunales: la ley francesa reserva esa posibilidad a las parejas en edad de procrear. Ahora bien, la joven viuda no es considerada ya como pareja... Poco tiempo después, en Inglaterra, una joven que también acaba de quedarse viuda consigue de un tribunal autorización para ser inseminada con el esperma extraído del cuerpo de su marido cuando este se hallaba ya en coma, a condición, sin embargo, de que tal inseminación se lleve a cabo en algún otro país de la Unión Europea que no exija, como la ley, británica, el consentimiento previo, por escrito,del marido...

Estos dos ejemplos, traslucen diferencias de sensibilidad, a veces profundas, entre países, no obstante, cercanos y pertenecientes a una misma civilización. ¿Sobre qué podrá versar entonces un convenio internacional? Evidentemente, el acuerdo habrá de respetar la idiosincrasia de Cada país e identificar, en cambio, los valores, fundamentales que todos ellos tienen en común. Así es como el convenio europeo proclama la primacía del ser humano sobre el interés de la ciencia, principio que merece ser reconocido como universal. A partir de ahí, el texto sienta la necesidad del consentimiento previo del paciente a cualquier intervención médica y reconoce el derecho de toda persona a ser informada de los datos recogidos sobre su salud.Convenio define también un marco de protección para quienes, mayores o menores de edad, son incapaces de prestar consentimiento por sí mismos. Estas normas forman el núcleo central de un derecho médico respetuoso de la autonomía de la persona.

Libertad y responsabilidad en la investigación. La investigación médica es indispensable para aliviar el sufrimiento y mejorar la salud humana. Pero tanto la investigación como sus aplicaciones tienen límites que no se pueden traspasar sin poner en peligro la dignidad e identidad del ser humano y el respeto a sus derechos fundamentales.

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El capítulo sobre investigación médica es probablemente uno de los que con mayor cuidado se han redactado de. todo el convenio. Especialmente disputada fue la regulación de la investigación en personas incapaces, en cuya negociación la delegación alemana en el comité intergubernamental, así como la Asamblea parlamentaria desplegaron particular actividad. Max Weber hubiese visto en esa. controversia una ilustración de su distinción entre la ética de convicción y la ética de responsabilidad. Hoy día, las diversas partes concuerdan en que las normas establecidas forman un dispositivo de alta protección. Cada vez más, la investigación es una actividad transnacional. Las compañías de Euro pa occidental, Japón o Estados Unidos pueden realizar sus proyectos en cualquier lugar del mundo. El niño y el paciente en coma que participen en una in vestigación en la Europa del Este, Asia o África en modo ninguno deben gozar de menos pro tección de la que disfrutarían en Europa occidental. Por ello no basta con que promulguen leyes los países desarrollados. Para evitar que se formen zonas impermeables al derecho, paraísos sin ética para compañías sin escrúpulos, soy partidario de que se elabore un acuerdo mundial en la materia, tanto más necesario cuanto que muy poco s países en el mundo disponen de ley propia. A tal fin, el convenio del Consejo de Europa puede servir de texto de referencia sumamente útil.

El principio de precaución. Cuando todavía se sigue descifrando el genoma humano,algunos evocan ya la posibilidad de encauzar, gracias a la genética, la evolución de nuestra especie. El progreso científico permitirá, dicen, que desaparezca gran número de enfermedades y anomalías hereditarias. Ante tales afirmaciones, creo que es imprescindible observar, sobre todo en relación con la genética el principio de precaución. Ésta es la vía seguida por el convenio, que sólo admite modificaciones deliberadas del genoma humano si demuestran un fin terapéutico, y que prohíbe sin, duda por numerosos años cualquier manipulación de la línea germinal. También en este, punto, espero sinceramente que las soluciones del convenio puedan aplicarse más allá de Europa, aunque no sea más que para evitar posibles abusos que pudieran apartara la opinión pública de una ciencia tan prometedora.

He tenido ya ocasión de pronunciarme públicamente en contra de la clonación de seres, humanos. ¿De qué libertad podrían gozar seres creados no para ser ellos mismos sino copias dé otro?. La dignidad y la identidad humana, que el convenio reconoce como valores fundamentales prohíben, sin duda, que se fabriquen deliberadamente seres humanos idénticos a otros.

La dignidad humana implica igualmente que se prohíba el hacer comerció con partes del cuerpo humano, otro de los principios fundamentales del convenio que merece ser reconocido universalmente. El convenio sobre biomedicina del Consejo de Europa será progresivamente completado por protocolos adicionales, cuatro de los cuales se hallan ya en preparación. No por ello deja de ser desde ahora un marco de inestimable valor para regular los adelantos científicos existentes o por venir. Sabiendo que la ciencia y las técnicas van adquiriendo una capacidad cada vez mayor de condicionar al hombre de hoy y de configurar al de mañana, re sulta esencial entablar un debate abiertoy democrático. El convenio, representa, sin duda, la mayor aportación posible de Europa a tal debate mundial.

Y justo es reconocer desde aquí que a su elaboración ha contribuido grandemente España, gracias en particular a la infatigable labor de Marcelo Palacios como presidente de la Comisión de Bioética de la Asamblea parlamentaria y a la de Octavi Quintana como presidente del comité intergubernamental. La apertura a la firma en Oviedo de este texto único en el mundo, y que en adelante se conocerá universalmente como Convenio de Asturias, es un testimonio de dicho, reconocimiento.

Gracias a la colaboración de todos sus miembros, el Consejo de Europa seguirá siendo, en bioética, foro de discusión y laboratorio de elaboración normativa para nuestro continente, a la vez que copartícipe del concierto mundial, en línea con los principios que siempre fueron los suyos el respeto de los derechos fundamentales de la persona, su dignidad, su libertad e integridad.

Daniel Tarschys es secretario general del Consejo de Europa.

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