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La cola del cometa

El mal fario asociado con los avistamientos de cometas se imbrica en la noche, de los tiempos con antiquísimas supersticiones animistas propias de homínidos asilvestrados y en diferentes grados de humanización, pitecántropos erectos que cada vez que observaban algo nuevo en el firmamento temblaban esperando que les cayera encima, de un momento a otro, toda la bóveda celeste. Es posible que, para congraciarse con las invisibles y coléricas deidades celestiales, nuestros antepasados más bestias trataran de aplacar su ira ofreciendo cruentos sacrificios humanos. Milenios de civilización y cultura no han conseguido desterrar completamente estas prácticas, si bien el imparable progreso tecnológico ha hecho posible que determinadas salvajadas puedan ser compartidas vía Internet, sin riesgo alguno, por millones de cibernautas, testigos y, por tanto, de alguna manera copartícipes de la autoinmolación de ciertos congéneres suyos, gravemente deteriorados, castrados física y psíquicamente por haberse atiborrado sin tasa con telefilmes de ciencia ficción, cuentos de Calleja ufológicos y místicas milenaristas de saldo por liquidación fin de temporada.Cuando se tienen cometas en la cabeza puede pasar cualquier cosa, y hay quien se deslumbra antes de tiempo con las luminarias del Apocalipsis y cifra su póstuma esperanza en viajar a Alpha Centauri o Andrómeda, ligero de equipaje, dejándose las gónadas en casa. En estas latitudes la cosa no da para tanto, sino para todo lo contrario. Por ejemplo, los personajes de La Nardo, ejemplar novela corta del ingenioso Ramón Gómez de la Serna, avisados por una aparición del cometa Halley, se comportan de forma totalmente opuesta a la de los alucinados sectarios de La puerta del cielo, no se cortan nada y no se envenenan más de lo preciso para poder gozar a calzón quitado de sus últimas jornadas sobre la Tierra, holgando en las riberas del escueto Manzanares. El polvo cósmico de la cola del cometa produce en este caso una relajación total de las costumbres, una promiscuidad contagiosa, un alarde de vida, un desafío biológico en vísperas de la extinción que hace peligrar las más acendradas virtudes.

Menos finamente expresado que en La Nardo, este grito de exaltación vital y postrera se escuchaba ya en las concentraciones juveniles de los años sesenta cada vez que a los floridos padres de la new age les daba por ponerse trascendentes y apocalípticos en pleno viaje de ácido. En su bárbara y celtíbera traducción, se escuchó más tarde en los conciertos de rock y en las fiestas populares de la premovida madrileña: "A follar, a follar, que el mundo se va a acabar", coreado por miles de rugientes y varoniles voces ante la indiferencia, vera o fingida, de sus hembras. Lo del fin del mundo era una excusa tan buena como otra cualquiera para las nuevas generaciones de un país que acababa de salir de una cuaresma de cuarenta años en la que la fornicación no era un pecado, sino un milagro, como rezaba un dicho popular.

Si para viajar en ovni y conocer otras galaxias es preciso castrarse previamente, lo más probable es que tal viaje no merezca la pena, piensa el candidato celtíbero, que ante la visión de una eternidad entre andromedianos hermafroditas, jupiterianas ovíparas y arturianas que se reproducen por parterogénesis, opta por poner rumbo, una vez más, al Caribe y dejar para mejor ocasión su escapada galáctica. En Madrid, los vendedores, que los hubo y los hay, de viajes interplanetarios nunca pusieron tan draconianas normas a los posibles clientes. Recuerdo, por ejemplo, al estrafalario y quimérico profesor Sesma, que en las catacumbas del abducido café Lyon impartía clases de antropología alienígena y lengua marciana, más cerca de Julio Verne que de la NASA. Este legítimo profesor chiflado, interlocutor válido y único con los extraterrestres de un estrambótico y excéntrico planeta, llegó a tener un séquito de inofensivos y no menos excéntricos seguidores conversos a su mensaje de armonía cósmica antes de evaporarse en alguno de esos agujeros negros que abundan en la noche madrileña.

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