Pasión bajo el brillo del cometa
260 vecinos escenifican el sufrimiento de Cristo en las calles de Chinchón
Unas 30.000 personas siguieron anoche, bajo el brillo del cometa Hale-Bopp, la representación de la Pasión de Cristo en las calles de Chinchón (3.876 habitantes). Los 260 actores, dirigidos por Petra Esteban (que ha hecho de Virgen durante 30 años) lograron inundar de emoción la plaza Mayor y las calles del pueblo. A pesar de los cuarenta y tantos bares y restaurantes que posee la ciudad, la gente guardó en todo momento un respeto que rondaba la veneración.El papel de Jesús lo encarnó, una vez más, un frutero, Miguel Ángel Moya, de 33 años, la misma edad que tenía Cristo cuando murió; una tendera, Pilar Ruiz, interpretó a la Virgen, y Encarna Catalán hizo de Verónica siguiendo la tradición familiar: su padre fue la primera persona que representó en Chinchón, hace ya 34 años, a Cristo. Normalmente, todos estos papeles van pasando de padres a hijos. Se pretende que los protagonistas sean auténticos, es decir, que crean y sientan sus interpretaciones.
Un testigo de excepción, ajeno a sectas y desatinos, iluminaba anoche sobre el fervor religioso de Chinchón. Muchos parroquianos enfocaron hacia él sus prismáticos. "Esto es una señal, o, por lo menos, un detalle del más allá", susurró uno.
La Pasión, promovida hace 34 años por Luis de Lezama (antiguo párroco de Chinchón, al igual que un hermano del pintor Goya), ha calado en el pueblo. Los niños y adolescentes se preparan concienzudamente durante todo el año con el deseo de lograr un papel en la escena.
En Chinchón huele siempre a leña quemada y a cordero en su punto. Anoche, en cambio, olía a cirios y a piedad. Las 30.000 almas se dejaron llevar de la bella ensoñación. Ni vino, ni viandas, ni juerga, ni bromas; solamente devoción, casi éxtasis, lágrimas.
La multitud hacía difícil seguir el trayecto del tinglado. Todo comenzó en la plaza, con la Última cena. La patética comitiva se dirigió después al Huerto de los Olivos, para volver de nuevo a la plaza, donde tuvo lugar la crucifixión de Cristo y de los dos ladrones, el bueno y el malo.
Entre los anónimos actores, algunos eran de renombre, como Paco Valladares, que hizo de ayudante del Cireneo. "Vengo aquí desde hace años, pero nunca", explicó Valladares, "había podido ver el espectáculo total. Este año me he infiltrado entre los sayones, para estar ahí, desde el principio hasta el final... El entusiasmo de los actores de Chinchón sólo es comparable al de los costaleros de Sevilla", explicó el actor.
Tambien acudió a la representación otra cara conocida: la del director teatral Ángel Fernández Montesinos, experto en grandes montajes. Montesinos dijo: "Esto es muy emocionante. El espectáculo está lleno de ingenuidades sublimes que dan un valor extraordinario a todo".
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