Dos Brunos se disputan la sucesión del caudillo

Jean-Marie Le Pen es el caudillo indiscutible del Frente Nacional (FN) y es seguro que, en 2002, a los 73 años, será de nuevo candidato a la presidencia. Pero, ¿y después? El propio Le Pen tiende a considerarse una especie de Moisés del neofascismo francés: piensa que llevará a su gente hasta las puertas del poder, pero que será su sucesor quien se haga con él. En el FN se cree en una futura victoria y hay algunas razones para temerla: es el partido más votado por los obreros, es el que más crece, y es el único que ofrece propuestas rotundas (por demagógicas, erróneas y criminales que sean) para afrontar la profunda crisis social y psicológica del país, más allá de las abstracciones monetarias y las vaguedades en que se atascan los partidos dernocráticos.La expectativa de éxito y el envejecimiento del caudillo suscitan una durísima lucha por la sucesión entre dos Brunos: Bruno Mégret, delegado general, y Bruno Golnisch, secretario general. Fue el propio Le Pen quien, para evitar un delfín que hiciera sombra a su dominio en el FN, les situó en cargos de rango equivalente y les condenó a enfrentarse. Mégret y Golnisch libran un pulso cotidiano. Uno de los dos Brunos vencerá y sucederá al caudillo.

Bruno Mégret ha salido muy fortalecido de su victoria electoral (por esposa interpuesta) en las municipales de Vitrolles. Ya nadie puede acusarle de falta de gancho popular. El "alcalde consorte", como le llama Le Pen, es licenciado en la prestigiosa Escuela Politécnica y fue gaullista durante unos años. Mégret encarna la tendencia más puramente nazi (fascinación por el paganismo céltico, racismo profundo y frialdad ejecutiva) dentro del FN. Golnish, ex profesor universitario de japonés, amante de la pelea callejera y personalmente muy cercano a Le Pen, intenta por su parte captar el apoyo de los sectores ultracatólicos y tradicionalistas del partido.