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La izquierda francesa protesta en Estrasburgo en la apertura del congreso del Frente Nacional

Enric González

Dos Francias antagónicas se cruzaron sin verse en Estrasburgo, separadas por miles de policías. En la calle, unas 35.000 personas, encabezadas por los líderes de los partidos de izquierda, se manifestaron contra el neofascismo del Frente Nacional. Al mismo tiempo, 2.200 delegados del partido ultraderechista, arropados por su impresionante servicio de seguridad, iniciaron en el Palacio de Congresos de la ciudad su última reunión nacional antes de las elecciones de 1998.

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Mientras unos gritaban "no pasarán", los otros se declaraban seguros de que su llegada al poder era inexorable. No hubo incidentes graves durante la jornada, pero se temía que la noche propiciara enfrentamientos violentos entre pequeños grupos. Los manifestantes antifascistas se hicieron dueños de la ciudad. Los enfrentamientos entre la policía y unos 200 manifestantes con cascos y barras se saldaron con tres policías levemente heridos. La policía utilizó gases lacrimógenos.La alcaldesa socialista de Estrasburgo, Catherine Trautmann, se ocupó de preparar el escenario. Grandes carteles con el lema revolucionario, Libertad, igualdad, fraternidad, en numerosos idiomas, fueron desplegados hasta las mismas puertas del Palacio de congresos donde se congregaba la ultraderecha. Las placas de todas las calles fueron enlutadas con un crespón negro. Un festival de "músicas del mundo" (desde jotas extremeñas hasta melodías iraníes) se prolongó durante más de 24 horas en la céntrica plaza Kleber. La manifestación recorrió ocho kilómetros alrededor del centro urbano de la ciudad, encabezada por delegaciones de las cuatro ciudades con alcaldes del FN (Toulon, Orange, Marignane y Vitrolles) y por los líderes del Partido Socialista, Lionel Jospin, y el Partido Comunista, Robert Hue. Otros dirigentes socialistas, como Laurent Fabius y Jack Lang, y la líder ecologista Dominique Voynet desfilaron igualmente bajo una gran pancarta con una consigna simple: "Justicia y libertades".

Lajornada fue festiva, hubo pocos incidentes (pequeños enfrentamientos entre militantes de extrema izquierda y fuerzas antidisturbios) y los demócratas pudieron cantar victoria. Jospin habló de "éxito del pueblo".

La movilización, sin embargo, no fue abrumadora. Pese a los trenes especiales y los autobuses fletados desde numerosos puntos de Francia, pese a la presencia de nutridas delegaciones alemanas, suizas y británicas, pese a los llamamientos desde periódicos progresistas como Le Monde o Libération, la participación en la marcha fue inferior a la de cualquiera de las celebradas en 1995 para protestar contra la reforma de la Seguridad Social. Lo que se había anunciado como punto de inflexión, como muralla contra el neofascismo, casi como una fecha histórica, se quedó en simple protesta. Grande, pero no crucial.

En el interior del Palacio de Congresos, la expectación de la mañana se transformó en alivio y satisfacción por la tarde. En la apertura de la sesión, el secretario general del FN, Bruno Golnisch, se había mostrado desafiante respecto a la protesta popular: "No nos dejaremos intimidar, somos una gran fuerza política", afirmó.

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El partido que propone la expulsión de tres millones de "extranjeros" y el proteccionismo comercial a ultranza para oponerse al "mundialismo y al compló judío internacional" también cantó victoria. Para el FN, el iniciado ayer era el "congreso de la madurez" Según el gran líder, Jean-Marie Le Pen, atrás quedaban ya "la primera fase, de creación, y la segunda fase de implantación". La tercera fase supone, evidentemente, "la toma del poder". Le Pen se dirigió "directamente a los franceses" para pedirles confianza en la "derecha nacional": "No temáis", pidió, citando al papa Juan Pablo II.

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