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Un anciano mata a su mujer de dos tiros de escopeta y luego se suicida

"Cualquier día te voy a pegar dos tiros", decía muchas noches Agustín Esteban, de 87 años, a su mujer Concha Nieto, de 79 años. La pasada madrugada el anciano cumplió su amenaza. Agustín, un experto cazador, cargó su escopeta con tres cartuchos y disparó a bocajarro a su mujer en el domicilio familiar, el tercer piso del número 2 del pasaje de San Martín de la Vega, en Chamartín.El anciano apretó dos veces el gatillo contra su obsesión. Agustín quería echar de casa a su mujer, murmuraban ayer los vecinos. Concha murió en el acto tras los disparos que le destrozaron el pecho. Eran las cinco de la mañana. Dos de los hijos del matrimonio, los únicos solteros, se encontraban en la casa. A tenor de la policía, huyeron aterrados al ver cómo su padre disparaba a su madre. Ambos se refugiaron de la escabechina en un piso inferior del bloque y avisaron a la Policía. "Mi padre ha disparado a nuestra madre", sollozó uno.

Las ambulancias del Samur y la Policía llamaron a la puerta. Agustín no respondía. Sólo se escuchaban su gemidos, como pidiendo perdón, según decía una vecina. A continuación, Agustín se colocó la escopeta entre las rodillas e hincó su barbilla en el cañón del arma. Tras el estruendo de la escopeta, los bomberos derribaron la puerta. El hombre se había suicidado.

"Tanto sufrir para esto"

En la calle, los hijos del matrimonio se abrazaban, según los testigos. "Tanto sufrir para que nuestra madre ahora muera como un perro", escuchó un vecino a los vástagos de Agustín y Concha.La noche del crimen, cuentan los vecinos, el matrimonio tuvo una virulenta discusión. "Hubo un montón de ruidos, como si se cayeran muebles, y las amenazas habituales del marido", relató ayer una vecina. A juicio de una de las residentes, el marido había enfurecido porque el juez le había obligado a pasar una paga a su mujer pese a no estar separados.

La desavenencias del matrimonio eran conocidas por amigos íntimos. Aunque la pareja vivía en el mismo piso, no compartía nada. Vivían en habitaciones separadas y nunca comían juntos. "Hacían la compra por separado y todos sabíamos que ni se trataban", decía ayer la dueña de una tienda. Sin embargo, nunca se criticaban en público. El hombre, alto y coqueto, guardaba las distancias. La. mujer , muy elegante y educada, saludaba con una sonrisa. Pocos conocían el infierno que se vivía en la casa. Un allegado de la familia aseguró que los problemas surgieron hace varios años, cuando la mujer descubrió que su esposo salía con otras mujeres. "Luego, el hombre dejó de pasarle dinero y empezó a criticarla", explicaba. Agustín no bebía ni tenía un carácter agresivo. Sólo le veían enfadado cuando perdía al dominó. El homicida, combatiente en la División Azul en la II Guerra Mundial, había trabajado como chófer a lo largo de su vida.

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