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Servicios pagados, pero no probados

Mira por dónde, al final, razón tenía el colega Sebastián Tobarra, cuando él 7 de abril de 1994 informó que Banesto había pagado 600 millones de pesetas por informes inexistentes relacionados con la salida de la Corporación Industrial Banesto a los mercados. Los informes nunca aparecieron, hasta el punto de que el propio acusado, Mario Conde, ha declarado que no existen los documentos jurídicos, financieros y de mercadotecnia que se dice haber pagado. Todo fue verbal, el contrato y los trabajos.Sin embargo, la razón que ayer volvió a esgrimir como asunto central Mariano Gómez de Liaño fueron las exenciones fiscales de la corporación. "El pago de los 600 millones se hizo una vez conseguidas las exenciones. El resto de lo pactado no se pagó porque el trabajo no fue completado", dijo.

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Y aquí se llega al centro de la cuestión. El delito de apropiación indebida supone que el depositario de dinero o bienes se apropia de ellos o los distrae. Mario Conde y su defensor no han logrado acreditar los servicios por los que se pagaron 600 millones. Y, sin embargo, se pagó con dinero del banco, con beneficios imprevistos, cosa muy discutible, de 700 millones.

Hoy como ayer sigue sin darse motivos fundados para ese pago a una sociedad, Argentia Trust, cuyos accionistas son desconocidos. Las exenciones, que vuelve a invocar Gómez de Liaño, no pudieron gestionarlas los señores de Argentia, fuesen quienes fuesen. Y los trabajos que describe la factura no han sido aportados. La factura, por tanto, encubre un pago por motivos desconocidos.

Si incluso se llega a suponer que Conde quería montar un grupo de inversores adictos para controlar él una parte de la Corporación Banesto, dicho capricho, fallido, se diseñó haciéndoselo pagar al banco.

Si hay una cosa segura es que la factura de Argentia encubre uno de los tantos pagos inconfesables del ex presidente de Banesto. No ha podido negar que él ordenó el pago por una razón: el director general Javier Abad y el consejero delegado Juan Belloso eran sus testigos de cargo. Si ellos no hubieran estado presentes, Conde habría dicho que nunca supo de qué se trataba.

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