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FALLAS DE VALENCIA

La estocada de la feria

Víctor Puerto cobró la estocada de la feria. No es muy relevante dicho así. Cuando las estocadas suelen perpetrarse a sartenazos, la mejor podría ser una cuchillada y santas pascuas. Con los toros ocurre otro tanto. Muchas veces los jurados que otorgan trofeos al mejor toro de una feria han de ponerse primero de acuerdo sobre qué se quiere premiar: si el más bravo o el menos manso. En la feria de las Fallas, por ejemplo, si los jurados acuerdan la primera opción e hilan fino, lo probable es que declaren desiertos los premios; si la segunda, ya hay dónde discutir, y ojalá no lleguen a las manos.Con la estocada de Víctor Puerto no habría problemas. Fue una estocada soberana. Fue una estocada hasta el puño, a volapié neto, hiriendo por el hoyo de las agujas. Una estocada que merecía por sí sola la oreja. La faena, en cambio, ya no la merecía tanto. En realidad la faena, medida y pulcra, carecía de importancia. El toro que toreó Víctor Puerto no daba para más.

Marca / Litri, Ponce, Puerto

Toros de José Luis Marca (tres rechazados en el reconocimiento): 2º chico impresentable y borrego, 4º y 6º terciados; los tres inválidos. Dos de Atanasio Fernández:1º, impresentable e inválido, devuelto, y 5º impresentable, inválido y borrego. De El Sierro: sobrero, anovillado, fuerte, soportó entero cinco varas; 3º sin trapío, inválido. Litri: media ladeada perdiendo la muleta y rueda de peones (silencio),estocada muy trasera (silencio). Enrique Ponce: media trasera -aviso-, rueda de peones y cae el toro (oreja); aviso antes de matar, estocada baja y rueda insistente de peones (dos orejas). Victor Puerto: estocada (oreja); pinchazo -aviso-, media y rueda de peones (oreja). Ponce y Puerto salieron a hombros. Plaza de Valencia, 17 de marzo.11ª corrida fallera. Cerca del lleno.

Ningún toro daba para más. Los toros -a salvo el sobrero- eran el tubo de la risa. Los toros no tenían trapío alguno. Hubo toros que habrían valido para la becerrada de los zapateros o para aquellos festivales que antaño organizaba Radio Madrid y salían a dar capa Tip y Top; Pototo, Boliche y Compañía.

Dos toros de la risa le correspondieron a Enrique Ponce y se puso serio, como si fuera Lagartijo. Al primero de ellos -que hacía segundo- le instrumentó de principio una serie de ayudados y trincherazos magníficos, muy bien abrochados con el de pecho, y luego se puso a pegar derechazos y naturales sin demasiado ajuste. Un chinazo le alcanzó un ojo y era evidente que le dolía. Un hombre con un chinazo en un ojo no está para filigranas y se le reconoció a Ponce el detalle de no ir a la enfermería hasta que concluyó la faena.

Sin trapío, inválido y medio desmochado el quinto, Ponce le pegó pases a destajo. Con pico o sin él, reunido o distanciado, de rodillas incluso, y la verdad es que casi daba igual. El público le coreaba a Ponce unos olés que fundían el misterio, luego le pidió las orejas con auténtica pasión; pero si de sacar pases a un borrego tullido se trataba, habría bastado la becerrada de Radio Madrid donde, además, regalaban la entrada.

Puestos a echar novillos, la fiesta agradecería que se comportaran al estilo del sobrero, que resultó duro de pezuña, peleó en varas, se llevó -¡caso insólito!- cinco puyazos tremendos y no paró de embestir. Toro que embiste y no se cae lo rechaza el toreo moderno y Litri, de cuya modernidad nadie duda, no lo quiso ni ver. El cuarto ya estaba inválido y Litri se atrevió a recetarle una interminable sesión de mantazos.

Restituida definitivamente la invalidez de los toros, Víctor Puerto lanceó estupendamente de capa al sexto, lo corrió a una mano, inició con una pedresina el turno de muleta y, convertido en marmolillo el animalito, le sacó pases a base de porfiar y consentir, de templar y mandar, a lo largo de una faena seria, muy bien construida, que entusiasmó al público. Si en vez de prolongarla inútilmente y precipitarse a matar la culmina con el estoconazo a ley que cobró en su toro anterior, toma el cetro del toreo en Valencia y acaba con el cuadro.

El verdadero competidor de Enrique Ponce en Valencia no es la figura que dicen: es Víctor Puerto. Y ya le ha movido el pedestal. De momento.

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