Y el 46º derribo
La feria de los inválidos se encontró con la sorpresa de un toro enterizo y poderoso: era el 46º. Ocho funciones de feria iban celebradas, una sarta de inválidos se corrieron en todas ellas y llegó el que hacía 46, y fue, y derribó. El 46º: un dato para la historia.Habrá que preguntarse el motivo. Si nadie explica por qué se caen los toros, deberán decir cuál es la razón de que el 46' no se cayera. Y, además, echara a rodar por los suelos al percherón y al picador con su castoreño. Y sembrara la inquietud en las cuadrillas. Y ater rrorizara al artista.
El aterrorizado artista, llamado Julio Aparicio, a ese toro de poder que derribó a cambio de llevarse en la riñonada tres puyazos salvajes, le quitó las moscas. Quiere decirse que le manteó la cara a prudencial distancia y lo mató a paso banderillas. El público le abroncó y bien abroncado estaba.
Jandilla / Aparicio, Finito, Conde
Toros de Jandilla (dos rechazados en el reconocimiento), tres primeros impresentables e inválidos, 4º con trapío y poder. 5º y 6º de José luis Pereda, sin trapío e inválidos absolutos. Julio Aparicio: bajonazo escandaloso (silencio); a paso banderillas: dos pinchazos y estocada corta (bronca). Finito de Córdoba: tres pinchazos, rueda de peones -aviso-, pinchazo, rueda de peones y descabello (silencio); tres pinchazos y descabello (silencio). Javier Conde: primer aviso antes de matar, cuatro pinchazos -segundo aviso-, pinchazo, estocada corta baja y descabello (aplausos y también pitos cuando sale al tercio); estocada corta atravesada, rueda de peones y descabello (aplausos).Plaza de Valencia, 14 de marzo. 8ª corrida fallera. Media entrada.
Aunque según se mire. Pues resulta que el único toro de la tarde, el único íntegro, el único con el trapío y la fortaleza exigibles en un toro de lidia, lo mató Julio Aparicio. Los demás eran borregos. Borregos sin cara ni cacha, borregos sin muelle ni fuelle, borregos sin edad y sin maldad; la hez de la cabaña brava, la vergüenza nacional.
Luego Julio Aparicio fue el único matador de toros del cartel. Los demás, matadores de borregos. Matadores de borregos malos. Unos mediocres, aburridos, insoportables pega-pases. Así se comportaron a la sazón Finito de Córdoba y Javier Conde, los otros dos artistas del cartel.
Finito de Córdoba: un acelerado pegapases; un artero muñidor de derechazos, incapaz de templarlos ni ligarlos. Javier Conde: un aflamencado histrión, tenaz productor de los mismos derechazos que da todo el mundo, sólo que se contoneaba y los ejecutó con más afectación que fundamento. No se ha dicho bien: los ejecutó con total afectación y sin ningún fundamento.Javier Conde brindó el sexto borrego al público. Lo brindó a pesar de que ni siquiera lo pudieron picar, de que el pobre animal acababa de caerse patas arriba y en el suelo le entró un penoso temblequeo. Vaya toreros se gasta hoy en día la fiesta.
Saltó a la arena el primer toro -tipo utrero- y al primer capotazo ya pegaba la voltereta. Era el 430 inválido de la feria (más o menos), pasó de trámite los primeros tercios y en el último Julio Aparicio lo pasó de muleta con serena suficiencia, cuidando no se fuera a desplomar. Finalmente le arreó un sartenazo y se quedó tan ancho. Julio Aparicio, evidentemente, no perdía los nervios. Los perdió después, al verse delante del 46º.
El resto de la corrida constituyó un bochorno. Daba grima estar en la plaza, ser cómplice pasivo de aquella tropelía en la que unos individuos con un sentido de la dignidad que habría repugnado a los toreros verdaderos, componían posturas fingiendo majeza delante de unos animales aturdidos, descoyuntados, moribundos.
Eso de ayer y prácticamente todos los días en la mayoría de los cosos no es la fiesta del arte y el valor;no es la fiesta brava. Ni es fiesta siquiera. Es una mascarada; es una vileza impropia de un país civilizado.
Si en cualquier país civilizado descubren lo que se trama y se cuece actualmente en las plazas de toros y además tiran de estadística, nos ponen en la picota. Va de estadística: si de 46 toros sólo uno sale íntegro, resulta que el 97% de los toros los sacan en estado comatoso. Y, encima, los echan percherones, los clavan puyas, los prenden banderillas, los tunden a bajonazos... Qué verguenza, Dios.
Babelia
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