La sublevación popular en Albania convierte a Tirana en un caos
La sublevación civil armada albanesa progresa hacia la capital a idéntica velocidad a la que se descomponen las estructuras del Estado. Los saqueos de arsenales han llegado ya a Tirana, mientras más pueblos se siguen sumando a la revuelta un autodenominado Comité de Salvación Nacional, nacido en la sublevada ciudad sureña de Gjirokaster, reclamaba ayer negociar el futuro del país, donde el presidente Berisha, cuya situación se hace más insostenible cada hora que pasa, negoció hasta anoche con la oposición qué carteras ocupará cada cual en el nuevo Gobierno de "reconciliación nacional".El primer ministro designado el martes por la noche, el socialista Bashkim Fino, ha sido traído en helicóptero desde Gjirokaster a Tirana para intentar controlar la situación.
Anoche, en distintos puntos de la capital se produjeron intensos tiroteos de origen desconocido, especialmente junto al aeropuerto, donde un avión griego no pudo aterrizar.
El nuevo Gobierno de Albania quiere pactar con los rebeldes para evitar una matanza
El nuevo primer ministro, Bashkim Fino, dijo ayer que los insurgentes deben ser escuchados y que las negociaciones para evitar que Albania desemboque en un baño de sangre deben incluir a todos los grupos interesados. En Tirana, la tensión y los rumores crecen imparables a medida que los disturbios se aproximan al entorno de la capital albartesa, donde ayer a mediodía fue asaltado sin enfrentamientos el depósito de armas de la Academia Militar en una operación que, según testigos presenciales, estuvo bajo el control de la policía política. Tras el toque de queda, se escucharon intensos tiroteos, al parecer entre los grupos que habían asaltado los arsenales. Ráfagas de ametralladoras eran perfectamente audibles desde el centro de la capital albanesa. Un avión griego no pudo aterrizar en Tirana debido a los tiroteos en las cercanías de la terminal, según informó ayer el Gobierno de Atenas.Por la mañana hubo violentos choques entre la policía y varios centenares de desesperados depositantes en el mayor fondo piramidal del país todavía en pie -Vefa, cuyo desplome se considera inminente-, que como cada día hacen cola ante las oficinas esperando sin mucho fundamento que les sean reintegrados sus ahorros.
El toque de queda y la ausencia de periódicos debido a la censura contribuyen a multiplicar la ansiedad. La televisión estatal interrumpió ayer su programación para transmitir un mensaje de los partidos políticos pidiendo calma a sus simpatizantes. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el más importante foro de seguridad europeo, despacha hoy urgentemente a Tirana, por segunda vez en menos de una, semana, a su mediador, el ex canciller austriaco Franz Vranilizy. Mientras Rusia empezó ayer a evacuar a todo su personal diplomático, EE UU, Dinamarca y Suiza pidieron a sus ciudadanos que abandonen el país balcánico de inmediato.
Ausencia policial
A diferencia de hace tan sólo unos días, cuando su presencia era nutrida, Ejército y policía comienzan a desaparecer de las carreteras y las calles de las ciudades albanesas vecinas a la capital. Entre Tirana y Elbasan, un núcleo industrial a una hora de coche hacia el sureste, había ayer dos mínimos y rutinarios controles policiales.
Un cuartel de las afueras de Elbasan, donde el nerviosismo de la población era palpable, fue asaltado por la mañana por habitantes de la vecina Cerrik, que se han unido a la revuelta civil y formado un comité popular integrado por representantes de los partidos políticos. Ambulancias iban y venían entre las dos localidades, separadas 15 kilómetros, para trasladar a varios heridos en un titoteo en Cerrik, en el que murieron dos personas.
El primer ministro designado, un ex comunista de 35 años del ala más liberal del Partido Socialista, declaraba ayer que considera posible "satisfacer las demandas dé los sublevados", la primera de las cuales es la dimisión de Berisha. Bashkim Fino fue alcalde de Gjirokaster, donde reside, desde 1992 hasta las elecciones locales de octubre pasado.
Sali Berisha, intransigentey amenazador hace menos de una semana, se ha quedado solo, convertido, como en el libro de su compatriota Ismail Kadaré, en "el general del Ejército muerto". Fuerzas Armadas y policía las primeras, sin tradición de combate y a las órdenes ahora de los servicios secretos; la segunda, extraída de las mismas canteras de donde ha surgido la protesta; mal pagadas y desmoralizadas ambas- piensan más en su pro pia piel que en enfrentarse a sus compatriotas. El aparato represivo del Estado ha dejado de estar a las órdenes del presidente. Este enviado preguntó ayer en Tirana a un oficial de policía, encargado de la custodia de un edificio oficial clave, qué haría en caso de intento de asalto: entregar mi arma, fue la respuesta.
"Ni siquiera el Shik, los servicios secretos, su única fuerza leal hasta ahora, va a luchar por Berisha en esta situación", asegura un analista albanés, amigo del presidente, para quien uno de los escenarios más temidos en las circunstancias actuales es una eventual provocación armada de la policía política. Diplomáticos occidentales temen que la dimisión del jefe del Estado pueda empeorar aún más las cosas. El denominado Consejo de Salvación Nacional exigió ayer la marcha de Berisha y la formación de un consejo presidencial que dirija el país hasta la celebración de nuevas elecciones, teóricamente en junio próximo.
En medios opositores cobra cuerpo la posibilidad de una inmediata excarcelación del jefe del Partido Socialista, Fatos Nano, principal adversario de Berisha y encarcelado por éste hace cuatro años bajo cargos de corrupción nunca probados. El líder ex comunista y cabeza visible de los reformadores, hasta la semana pasada en una prisión de alta seguridad de Tepelene, ha sido trasladado a Tirana, y se considera que su ascendiente sobre una parte de la población podría, caso de ser liberado, contribuir a apaciguar la revuelta. Grecia, cada vez más inquieta por su vecino del norte, ha pedido a Berisha la liberación de Nano.
La última hipótesis barajada, inevitable en los Balcanes en situaciones críticas, es la vuelta del exilio de Leka, el heredero al trono.
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