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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nadie está a salvo

ESTAR AFILIADO al sindicato nacionalista ELA y ser miembro de Elkarri, el movimiento que hace apostolado por el diálogo y el acuerdo con ETA, no ha librado a Javier Gómez Elosegi de un fatal encuentro con los pistoleros de la banda. Posiblemente era la víctima que los asesinos tenían más a mano para proseguir la ofensiva criminal, que en lo que va de año ya acumula siete asesinatos. Además, el hecho de prestar sus servicios como psicólogo en la cárcel de Martutene, en San Sebastián, resulta suficiente para terminar de sedar los escrúpulos de los que todavía se muestran comprensivos con la violencia etarra. La organización terrorista y sus grupos satélites se ajustan fielmente a una estrategia de amedrentamiento general, en la que: las amenazas a distintos sectores de la sociedad ganan credibilidad con la continuidad de dos secuestros y un goteo de atentados mortales contra ciudadanos de toda condición.Parece menos explicable que algunos partidos democráticos respondan a esta ofensiva con la desunión o con inciertas salidas que implican hacer concesiones a quienes no cesan de agredirles. Puede suponerse que la lógica de ETA demandaba compensar el rotundo fracaso de la huelga general que quiso imponer el pasado viernes en el País Vasco y Navarra y que Gómez Elosegi se ofrecía como una víctima asequible que sacrificar ante su! presos y seguidores. Pero no es previsible que quienes ordenaron su asesinato desconocieran que el psicólogo militaba en ELA, una central sindical que mantiene desde hace dos años un acuerdo de unidad de acción con LAB, el sindicato ligado a HB. Sea como fuere, tampoco el dato les disuadió de dar ese paso. Difícilmente podía frenarles cuando ELA no se ha cuestionado esa alianza,. ni siquiera ayer, por más que su socio secunde las directrices de ETA o se haya negado a condenar los asesinatos de varios afiliados, ertzainas y funcionarios de prisiones del sindicato que dirige José Elorríeta.

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De igual modo, que la víctima haya sido "una persona comprometida con el diálogo, la negociación y los derechos humanos de los presos", según la ha definido Elkarri, no ha movido a este colectivo de la cómoda equidistancia entre las dos partes en conflicto (el Estado y ETA). Tampoco debe chocar una reacción de este tipo cuando, en plena campaña de asesinatos y agitación, el líder del primer partido de Euskadi manifiesta a Le Monde su creencia de que, "esta vez, ETA quiere negociar". Son circunstancias que ayudan a comprender la perplejidad que se adueña de muchos vascos y les disuade de sumarse a quienes plantan cara a los violentos. La muerte de Gómez Elosegi demuestra que nadie está a salvo de ser víctima de ETA. Y la inmediata detención del autor del crimen, aunque no tenga demasiados precedentes, debería hacer reflexionar a quienes, ante la persistente barbarie de unos pocos, ofrecen como única salida la rendición y el desistimiento de la mayoría.

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