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Euforia económica y temor político conviven en Hong Kong

A un centenar de días de pasar a soberanía china, las libertades civiles son el principal motivo de preocupación

ENVIADO ESPECIAL"Debemos enseñarles a ir en Rolls-Royce. Yo espero que nos dejen seguir conduciéndolo porque tenemos más experiencia que ellos". Joseph Cheung, portavoz del Gobierno de Hong Kong, está convencido de que el experimento va a resultar. "No nos queda más remedio que confiar en que el Gobierno central no interferirá en los asuntos internos y permitirá la autonomía", dice. La cuenta atrás para la reintegración de la colonia británica a China no se detiene. Quedan apenas un centenar de días para esa esperada medianoche del 30 de junio, cuando la Union Jack será arriada e izada la roja con cinco estrellas y el conflictivo gobernador Chris Patten embarcará en la nave real Britannia de regreso a su país con lo que se pondrá fin a siglo y medio de dominación.

"Se acercan tiempos peores", dice pesimista Emily Lau, una de las voces críticas de la colonia en su, despacho parlamentario. A Lau, legisladora, fundadora del movimiento Frontera y con pasaporte británico, le quedan los mismos días como diputada que a Hong Kong de colonia. "Tendré que buscarme otro trabajo, aunque no pienso abandonar la actividad política". El Gobierno central ha impuesto una nueva Asamblea Legislativa, que sustituirá a partir del próximo 1 de julio a la actual. El pesimismo de Lau y los duros juicios que lanza contra el futuro jefe del Ejecutivo, el multimillonario naviero Tung Chee-hwa, no son compartidos por los medios financieros y comerciales ni se percibe aparentemente en la calle. El pulso sigue muy vivo entre los cerca de seis millones y medio de habitantes que viven en los apenas 1.100 kilómetros cuadrados sobre los que se extienden la isla de Hong Kong, la península de Kowloon y los llamados Nuevos Territorios, en la frontera china. Se ganan metros al mar con la construcción de un nuevo aeropuerto y un muelle, y aún hay espacio para levantar inmensos rascacielos de cristal. Por lo demás, los restaurantes de primera fila siguen repletos, abiertos hasta muy tarde los lugares de copas y circulan los coches de lujo.

El secretario de Hacienda acaba de afirmar que este año la economía crecerá un 5,5%, casi un punto más que en el anterior ejercicio, y que las exportaciones experimentarán también un mejor resultado. Pero los precios se han disparado y la inflación no se logra controlar. Un panorama de rosas, observan algunos que no se preocupan por los recortes a los derechos civiles que se van a introducir en la Constitución del territorio por presiones de Pekín ni a las dificultades que ya se palpan en la libertad de prensa.

El ambiente de euforia no logra disipar la inquietud que se respira en otros sectores por lo que sucederá a partir de ahora. La fórmula "un país, dos sistemas", planteada por el desaparecido Deng Xiaoping, es un invento difícil y cargado de contradicciones. China promete plena autonomía política y económica durante al menos los próximos 50 años -a excepción de Asuntos Exteriores y Defensa-, pero su mano comienza a notarse de modo preocupante. "Tung es un hombre leal a Pekín, que se ha rodeado de gente afin al partido comunista", dice despectivamente Emily Lau. Sin embargo, el futuro primer ministro va a mantener a la casi totalidad de los miembros del anterior Gabinete, algunos críticos con el Gobierno chino, y ha prometido seguridad e independencia a los 180.000 funcionarios públicos. Por ahora, sólo un puñado de británicos ha decidido marcharse. Tung, que viajará antes de tomar posesión a Estados Unidos y al Reino Unido, ha dicho, no obstante, que el ambiente de la colonia se ha "politizado excesivamente" en las últimas semanas. En una reciente entrevista ha confesado tener otras preocupaciones prioritarias como la vivienda y el bienestar social antes que las libertades políticas. "El objetivo de China es dificultar el desarrollo de la democracia durante este periodo de transición para controlar mejor Hong Kong después del 1 de julio. Los dirigentes chinos temen mucho que las reformas democráticas de Hong Kong tengan un efecto catalítico en el resto del país", señala el abogado y diputado Martin Lee, líder, del opositor Partido Democrático, el principal grupo en el Parlamento.

Tung considera inelegante la reciente gira de Lee por Europa denunciando la política de China con Hong Kong y la disolución de la anterior Asamblea Legislativa. Del futuro jefe del Gobierno dice que hay señales preocupantes respecto ala falta de independencia. La compañía naviera de la familia Tung fue salvada de la quiebra a mediados de los ochenta gracias al apoyo financiero oficial chino. En su partido se subraya como una gran equivocación de la comunidad de negocios pensar que economía y política no están ligadas. "Hong Kong no es Singapur. Aquí existen ya una serie de libertades que no se dan allí. Y ahora lo que se quiere hacer es quitarlas y priorizar la economía. Eso es peligroso", advierte una de las colaboradoras de Lee.

En los medios de comunicación locales se nota desde hace meses un clima de autocensura. Las cadenas de televisión hablan elogiosamente del futuro primer ministro y recogen los mensajes de "continuidad de la reforma, estabilidad y tranquilidad social ante todo" que los dirigentes chinos reiteran a cada instante tras el fallecimiento de Deng Xiaoping el pasado 19 de febrero. South China Morning Post, el diario que antaño se distinguía por ser una plataforma de denuncia contra la persecución de disidentes en China, ha moderado el tono. Uno de sus dibujantes fue despedido por una caricatura insultante y muchos redactores sienten ya la presión del otro lado.

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