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Una oportunidad histórica

Andreu Missé

Desde hace varios meses sindicatos y empresarios trabajan seriamente para reformar aspectos de la legislación laboral que impiden el buen funcionamiento del mercado de trabajo. En España el problema está perfectamente identificado. Hay una gran desigualdad. Hemos creado lo que algunos han definido como la sociedad de los tres tercios. Un tercio de trabajadores Fijos, otro de temporales y otro de parados. Hay, además, un problema generacional que afecta a los jóvenes, para los que no hay trabajo, y si lo hay son empleos temporales cada vez más inestables.Esta situación resulta cada vez más explosiva. No tan sólo implica una gran injusticia social, sino que supone una seria traba para el crecimiento económico. Los trabajadores con empleos precarios no pueden acometer un mínimo compromiso de inversión y, por tanto, el consumo sigue paralizado. Lamentablemente, buena parte del debate y de las recetas propuestas han padecido una excesiva carga ideológica. Para algunos, sólo se puede crear empleo desregulando el mercado y, sobre todo, abaratando el despido. Para otros, la flexibilización sólo es fuente de incertidumbre y desigualdad.

Durante las últimas semanas esta maniquea disyuntiva ha sido ampliamente superada por los negociadores. Se ha entrado en la discusión de los problemas concretos y los avances han sido notables. Es muy probable y sobre todo deseable que se llegue a un acuerdo. El hecho de, alcanzarlo ya sería muy positivo de por sí, ya que significaría reconocer y subrayar la importancia de la concertación. Uno de los problemas del panorama laboral español es su excesiva judicialización. Todo lo que sea avanzar mediante acuerdos entre las partes es un síntoma de modernidad. Y cuanto mayor y más grave es la crisis, más necesario es contar con un sistema forjado en la cultura del pacto.

El objetivo de esta reforma es sentar criterios claros sobre las causas y costes del despido, y las modalidades de contratación. Es decir, cómo se entra y salé del mercado de trabajo. A finales de febrero, los sindicatos dieron una muestra de flexibilidad al aceptar unas condiciones menos estrictas para aceptar el despido objetivo, que tiene una indemnización de 20 días de salarlo por ano trabajado. Es decir, ya no exigen pérdidas reiteradas para justificar una reducción de plantilla. Los sindicatos están dispuestos a aceptar un recorte del empleo por salvar una empresa. Ahora hay que perfilar el mecanismo para que puedan intervenir en esta decisión de una forma responsable. Lo importante es adoptar la mejor solución que suponga el menor sacrificio para los empleados.

Los patronos han admitido que no tiene sentido plantear una rebaja de la indemnización (45 días de salario por año trabajado para el despido improcedente). Si los empresarios tienen la certeza y la garantía de que si surgen dificultades no tendrán un sobrecoste en el ajuste, carece de sentido plantear una rebaja de la indemnización cuando no hay ningún motivo para el despido. En este supuesto la rebaja sería la reducción de un derecho.

El otro aspecto importante es la reducción de las modalidades de contratación para fomentar el empleo fijo. Sólo hay que elevar al rango legal, lo que ya se está haciendo en muchos convenios. Durante los últimos meses son muchas las empresas que están pactando una conversión de empleo temporal en fijo (Sony, Repsol, Lemerz, Stockauto, Radiadores Roca ... ). Los trabajadores aceptan un modelo de flexibilidad de jornada a cambio de empleo fijo. Se trata de adecuar la jornada laboral, dentro de unos márgenes, a las necesidades de producción y a la evolución del mercado. Muchos empresarios están encontrando más ventajas si cuentan con plantillas experimentadas y comprometidas, que permiten un funcionamiento flexible, que en el viejo modelo de empleo eventual y horas extras. También han descubierto que las empresas dotadas con las más modernas tecnologías no pueden dejarlas en manos de personas inexpertas.

La reforma laboral en buena parte será esto: elevar a rango general los acuerdos de los convenios más avanzados de las empresas más punteras. El futuro del trabajo implicará mucha flexibilidad, pero ello no debe comportar menos protección. Sin un mínimo de seguridad la economía tampoco funciona. Esto ya lo ven en Estados Unidos.

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