Los dos socios de CiU ven difícil reconstruir la la paz en la coalición tras la última crisis
Los dos partidos coligados en Convergència i Unió mantienen en alto la guardia después de haber cerrado en falso la virulenta crisis que ha sacudido a la alianza nacionalista en los últimos días. Dirigentes de ambas formaciones admitían ayer la existencia de serias dificultades para reconstruir la paz en la coalición. Tras el severo comunicado de Unió que en la madrugada de ayer deploraba "la gravedad, injusticia y falsedad" de las acusaciones procedentes de Convergència, el presidente catalán, Jordi Pujol, replicó por la tarde con otra nota lamentando de nuevo la actitud de sus aliados y subrayando que, por responsabilidad, no se dejará "arrastrar".
El presidente de la Generalitat insistió en Guatemala -primera etapa de un viaje oficial que prosiguió ayer mismo en México- en dar por terminado el enfrentamiento en el seno de CiU. Pero no se abstuvo de expresar su profundo disgusto por el durísimo comunicado de Unió, del que Pujol dijo ayer que "fácilmente podría hacer que se reabriese la polémica".La nota de Pujol hace hincapié en que desestima esta última posibilidad por puro sentido de la responsabilidad. Y concluye instando a CiU a "extremar el carácter unitario de su actuación" y expresando su confianza en que en el tema de la lengua "se dejará de lado toda utilización partidista dentro de la coalición".
Pujol dictó esta nota por teléfono desde Guatemala a su consejero de Presidencia, Xavier Trias, en Barcelona. Y a continuación llamó al secretario general de Convergència, Pere Esteve, para darle instrucciones de que no se apartase lo más mínimo del contenido del comunica do en sus declaraciones públicas, para evitar que el incendio se reavivara.
Así fue. Esteve leyó luego en Barcelona otro comunicado, éste en nombre de Convergència, en el que se reiteraban las ideas expresadas en el de Pujol y se subrayaba aún mas, si cabe, que su partido, "en un ejercicio de auténtica responsabilidad hacia el Gobierno de los catalanes", no se dejaría arrastrar por el camino marcado por la nota de Unió.
La herida y la cicatriz
El comunicado democristiano, no obstante, podía haber sido más duro, según un alto dirigente de Unió, que aseguró que el texto difundido había sido "muy dulcificado" respecto a la redacción que Unió había manejado inicialmente.Dirigentes de ambos partidos coinciden en que la reconstrucción de la paz en la coalición no será una tarea fácil. "Unió ha puesto las cosas muy difíciles y ahora costará mucho que cicatrice esta herida", manifestó un ejecutivo de Convergència. "Hemos sido maltratados injustamente", se lamentaba desde el otro bando un democristiano.
El líder de Unió habló de "gente que desde dentro y sobre todo desde fuera está interesada en romper la coalición" y llamó a los nacionalistas a evitar que esa "gente" logre su propósito. El también democristiano Domènec Sesmilo atribuyó, la responsabilidad del conflicto a un convergente "malintencionado" que pudo haber intoxicado informativamente a Pujol. Joaquim Molins, de Convergència, constató con disgusto en Madrid que las crisis de CiU "se repiten en exceso", informa Anabel Díez.
En ámbas partes se admite que la crisis se ha cerrado en falso, que este enfrentamiento ha llegado demasiado lejos y que el problema de fondo permanece abierto. Este problema de fondo es visto de forma distinta según se mire desde las filas de Unió o desde las de Convergència. A juicio de este último partido, todo se debe a una estrategia diseñada por Unió para, cobrar protagonismo en el campo nacionalista catalán a costa de marcar diferencias con sus aliados y colocarse así en posición para disputar la herencia política de Pujol.
Según Unió, sin embargo, la cuestión radica en que la coalición y sus estructuras de funcionamiento datan de casi 20 años atrás, cuando el partido democristiano era una pulga al lado del elefante convergente. Pero hoy Unió, aun siendo el socio menor, ha crecido de modo tan notable que la nueva situación cuestiona la, vigencia de las estructuras creadas hace dos décadas. "Hay que abrir un diálogo sereno para debatir todo esto", manifestó un democristiano.
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