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Multitudinaria manifestación en París contra la nueva ley de control de los inmigrantes

Enric González

La gran polémica sobre la inmigración salió ayer a las calles de Francia. Una multitudinaria manifestación silenciosa recorrió París para oponerse a un proyecto de ley gubernamental calificado de xenófobo. El partido gaullista intentó contrarrestar la movilización cívica distribuyendo en todo el país dos millones de folletos en defensa de la ley y de su autor, el ministro del Interior, Jean-Louis Debré. Los partidos de izquierda, especialmente el socialista, mantuvieron una posición tibia ante una protesta casi espontánea que no habían sabido prever.

Algunos dirigentes de la izquierda temen que el neofascista Frente Nacional salga beneficiado, pero la manifestación de ayer venía a culminar un movimiento de protesta espontáneo e inesperado. Varios hechos coincidieron en pocos días: una mujer de Lille fue condenada (aunque el propio juez dejó la sentencia en suspenso),por haber albergado a un ciudadano zaireño en situación irregular, el Frente Nacional (FN) ganó por mayoría absoluta la alcaldía de Vitrolles, y el Parlamento tramitó un proyecto de ley sobre control de la inmigración cuyo primer artículo se parecía mucho a una ordenanza contra los judíos del gobierno filonazi de Vichy (1940-1944). Una cincuentena de escritores y cineastas firmaron un manifiesto y, a partir de ahí, florecieron Firmas y textos contra una ley que para muchos simbolizaba el auge de la xenofobia en Francia.El Gobierno modificó el jueves el artículo conflictivo, que obligaba a los ciudadanos franceses que albergaran a un extranjero a notificar a la policía los movimientos domiciliarios de éste. Ese mecanismo podía interpretarse como una imposición de la delación generalizada. Según la nueva redacción, será la policía, como en otros países, quien tendrá que controlar los movimientos de los visitantes en situación irregular. Pero la retirada parcial efectuada por el Gobierno no calmó los ánimos. Ayer, en la calle, decenas de miles de personas exigieron la supresión completa de un proyecto de ley que sin embargo, según los sondeos, era bien visto por el 60% de los franceses.

La manifestación de París partió de la estación del Este, el lugar donde solía comenzar el viaje de los deportados medio siglo atrás, y concluyó a unos cientos de metros de la Prefectura de Policía, fuertemente protegida por fuerzas antidisturbios. En la cabecera figuraban actores como Emmanuelle Béart y científicos como Leon Schwartzenberg. Por ahí estaban también el ensayista Régis Debray, el sociólogo Alain Touraine y muchos otros. Pero, sin servicio de orden ni consignas preestablecidas (los partidos no estaban invitados como tales), la cabecera quedó engullida por la multitud y acabó casi en la cola del cortejo.

Acaso ese desorden y el hecho de que miles de personas se unieran a la manifestación durante el largo trayecto fueron la causa de que la Prefectura de Policía emitiera, cuando el acto aún no había comenzado, una estimación de participantes casi ridícula: el cálculo oficial fue de 20.000 personas. Los organizadores estimaron la asistencia en 150.000 personas. Razonablemente podría hablarse de unos 50.000 o 60.000 manifestantes.

En las principales ciudades de provincias hubo también manifestaciones de envergadura mucho menor. El líder de la oposición socialista, Lionel Jospin, prefirió acudir discretamente a la manifestación de Toulouse, mostrando una vez más su incapacidad para adoptar una posición clara respecto a la protesta contra la política gubernamental sobre la inmigración. Michel Rocard, ex primer ministro socialista, optó por quedarse en casa. Jack Lang, ex ministro de Cultura, afirmó en cambio desde Berlín (donde presidía el festival de cine) que el "éxito de la manifestación" le colmaba de alegría y constituía "una victoria de la generosidad y la fraternidad". El líder comunista, Robert Hue, que sí estuvo en la manifestación de París, dijo que la protesta "honró a toda Francia".

Un portavoz gaullista afirmó, por el contrario, que la manifestación había sido "un fracaso" y que el movimiento de protesta estaba "desmoronándose". Los gaullistas han decidido movilizar a su militancia para lanzar una contracampaña a favor de la ley.

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