_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Del Caviar

Finkielkraut y Todd ho han querido firmar el manifiesto de intelectuales y artistas franceses contrarios a la. ley de inmigración del Gobierno de Juppé. Han dado como razón la necesidad de no ensanchar el foso que separa la humillación del privilegio. Me parece una actitud valerosa y de una gran inteligencia política. La inmigración es un problema menor para las élites. Para algunos no trae más que ventajas. Los criados trabajan a un precio bajo y dilatan, además, los horizontes estéticos de quien los paga: siempre hay una rara especia que puede incorporarse al pot au feu o un pareo cuyo exótico corte parece hecho a medida de las carnes aún crujientes de madame.Por tanto, la inmigración para quien la trabaja. Es decir, para quienes un inmigrante no es un criado, sino una dura competencia. Para quien duerme pared con pared de sus costumbres. Para quien vuelve a su casa a pie y de noche, utilizando como atajo la loma blanda donde se vierten sin control los residuos. Para quien lleva a sus hijos a la escuela pública, allí donde la lección ha de repetirse tantas veces como minorías ocupan su sitio en los pupitres.

El asunto clave de la inmigración ya no es ni siquiera cómo se acoge a los desesperados, sino las transformaciones que su llegada introduce en las relaciones de poder internas de las sociedades anfitrionas, en la distribución de la cultura y (le la riqueza, del placer y del conflicto. Conviene mirar a la vida de frente: para muchos desdichados, un emigrante sólo es un añadido a la desdicha.

Ante esa constatación, Europa sólo tiene dos opciones: Vitrolles y Le Pen o el coraje igualitario. Un coraje serio: la gauche caviar no puede pedir impunemente para los que llegan la solidaridad que nunca ha practicado con los de dentro. O digámoslo con Sartre. "La única forma de luchar por los esclavos de allí es luchar por los esclavos de aquí".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_