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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

China sin Deng

CUANDO CHINA despierte... Es tanto el temor a que el gigante asiático -1.200 millones de personas, una quinta parte de la humanidad- asuma algún día un beligerante papel de superpotencia, o a una convulsión interna de imprevisibles consecuencias hacia el exterior, que lo primero que quiere Occidente, aun a costa de cerrar los ojos a tantas cosas que no le gustan, es que haya estabilidad. Para que China siga por su peculiar vía hacia el capitalismo, para que construya sin sobresaltos su enorme mercado de consumidores y productores, para que las reivindicaciones sobre Taiwan y sobre la zona marítima del sur no degeneren en conflicto bélico, para que Hong Kong y Macao vuelvan al redil sin dejar de ser grandes puertas comerciales.El anciano Deng Xiaoping, cuya vida se ha apagado a los 92 años, fue la garantía de que las aguas no iban a salirse de su cauce. Aunque su actividad pública fuese nula desde hace años, destruido por la enfermedad, apartado del ejercicio directo del poder, seguía constituyendo una referencia imprescindible de ese confucionismo-leninismo que tiene más de lo primero.

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Muere Deng, el hombre que abrió al capitalismo la China de Mao

Superviviente de la Revolución Cultural de Mao, indiscutible arquitecto de la reforma económica una vez muerto el fundador de la China moderna, ideólogo de la coexistencia de la vía china al capitalismo bajo una dictadura comunista férrea y centralizada, Deng no dudó en tomar la vía de la fuerza cuando se produjo el levantamiento de Tiananmen, en 1989. Los centenares de muertos con que se saldó la represión de aquella revuelta pegan mucho a la hora de enjuiciar la labor de Deng, pero no rebajarán el reconocimiento de la. historia a su papel de constructor de una China con vocación de integrarse en la gran corriente de la economía internacional.

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La comparación con la situación en Rusia -donde no se ha podido construir ni un sistema económico que funcione ni una auténtica democracia- sirve de coartada a los dirigentes chinos para defender la teoría aplicada por Deng de que, por ahora, la prioridad es el desarrollo y no la libertad, aunque no basta para justificar la persecución implacable de la disidencia.

Lo que ahora importa es si Deng ha dejado la situación bajo control o si, como llevan anos pronosticando algunos agoreros, todos posible ahora, desde una explosión social provocada por las disfunciones de un desarrollo capitalista desigual hasta una descomposición del país causada no tanto por motivos étnicos como por, la existencia de tremendas diferencias entre unas regiones y otras.Y es que, junto a megalópolis como Shanghai o zonas especiales como Shenzhén, existe aún la vieja China agrícola que sólo con enormes esfuerzos se deja arrebatar cada grano, de arroz imprescindible para subsistir. Y hay millones de campesinos que vagan hacia las ciudades en busca de trabajo.

La garantía de estabilidad se llama Jiang Zemin. Es presidente, secretario general del partido y jefe de la poderosa Comisión Militar. Controla, al menos en teoría, el poder político, económico y militar. Y todo indica que, como su mentor Deng, es un pragmático a ultranza. Pero la historia tiene sus momentos clave, y puede que ahora esté comenzando una nueva era, no exenta de incertidumbres, como la que marcó la muerte de Mao.

Uno de los mejores biógrafos de Deng, Richard Evans, ha escrito que "el pueblo de China tendrá que emitir un juicio sobre el hombre que le ha dirigido durante todos los años menos dos desde la muerte de Mao. Muchos encontrarán no pocas manchas en su historial, como el aplastamiento de la democracia en 1989. Algunos de ellos verán más negro que blanco. Pero la gran mayoría verá más blanco que negro, aunque sólo sea porque Deng les ha elevado a un nivel de vida que sus padres ni conocieron m pudieron soñar".

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