La anticipación de Giner
No se discute la importancia de la educación superior o de la Universidad en el nuevo panorama social. Pero la formulación no puede ser genérica. Se debe profundizar en el diseño sobre el que se construya la Universidad del futuro o el futuro de la Universidad. ¿Para qué servirá la Universidad? ¿Qué tendencias muestran las universidades europeas, con las que tenemos que converger? ¿Cómo transformará la enseñanza superior las nuevas herramientas informativas e informáticas que están invadiendo nuestras aulas? ¿Cómo deberá evolucionar la financiación de la Universidad? ¿Cómo formar adecuadamente a los futuros profesores e investigadores? ¿Cómo conjugar autonomía y coordinación?...En el estudio reciente de la Unesco La educación encierra un tesoro, coordinado por Jacques Delors, se dice que el motor de la sociedad es, y será aún más en un próximo futuro, la educación. Ésta, mucho más que la riqueza en materias primas, en industria o en servicios, será el determinante de la riqueza de los pueblos. Educación entendida como aprendizaje más que como enseñanza: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser. En este marco, el papel de la educación superior, de la Universidad, debe ser reformulado y en particular su contribución a un nuevo modelo individual y colectivo más racional, más ético y más humano.
Es curioso que esta idea, tan nueva, no es, en realidad, nada nueva. Se halla en todas las obras de Giner de los Ríos, e impregna todo la filosofía educativa de la que nace la Institución Libre de Enseñanza. Transformar la sociedad a través de la educación. Con su línea de pensamiento basada en la emancipación intelectual, la educación científica y la austeridad ética, la Institución Libre de Enseñanza supuso la más completa y original aportación a la educación española. La respuesta de Giner, "nos hace falta un pueblo", a la frase de Costa, "nos hace falta un hombre", convierte, como dice Rodríguez de Lecea, el proyecto educativo en un proyecto social. La única manera de transformar una sociedad es transformando al individuo, y la Institución se plantea la tarea de transformar al hombre mediante una educación integral, no solamente científica, o técnica, o humanística. Si se acepta que la educación en general y la universitaria en particular es el más poderoso instrumento de transformación social, de lucha contra la marginación, de solidaridad y de tolerancia, debe recordarse que en la obra de los institucionistas se encontraban estas razones.
El paralelismo entre las ideas educativas de Giner, las de Cossío y las que hoy se proponen como más modernas en los informes de la Comisión Europea hacen ver la extraordinaria clarividencia de la Institución, su anticipación y su cabal concepción del hombre. Y también su visión europeísta de futuro. Europa fue su referente para configurar la vida de este país y, en definitiva, adelantar la civilización entre nosotros como, decía Azaña.
La importancia del momento actual radica en que los parámetros culturales y sociales están cambiando en los países desarrollados a un ritmo acelerado y la Universidad debe responder a ese cambio. Las formas de trabajo, el desempleo, la movilidad geográfica, la invasión de las nuevas tecnologías, la competitividad y otros muchos factores trazan un escenario de la sociedad del primer tercio del siglo XXI que en nada se parece a nuestra sociedad de hoy y menos a la de hace veinte o treinta años. Por ello, conviene fijar bien el rumbo, pues el conocimiento debe ser elemento de cohesión social y de profundización de la democracia; elemento de realización personal, además de constituir una formación necesaria ante un mercado de trabajo cambiante.
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