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Reportaje:

Clinton, el malo de la película

Los escándalos de la Administración demócrata han cambiado el trato de Hollywood al presidente de EE UU

Hubo un tiempo en que Hollywood tenía tal respeto por la figura del presidente de Estados Unidos que sólo se atrevía a encarnarla con actores como el justo, honrado y valiente Henry Fonda. Pero la presidencia de Bill Clinton ha sido la comadrona de un cambio histórico, y ahora el inquilino de la Casa Blanca es representado en el cine norteamericano como el asesino de su amante (Absolute Power), un drogadicto del poder y el sexo (Primary Colors), un mal marido y un político sin principios remplazado por un sosias que lo hace mucho mejor (Dave, presidente por un día); o, en las versiones más amables, un tipo irresoluto (Independence Day) o un viudo alegre (El presidente y la señora Wade).EE UU celebró ayer el festivo Día del Presidente, el homenaje anual a George Washington, primer caudillo de su Ejecutivo. Colas interminables serpentearon ante los cines que estrenaban Absolute Power, la película en la que Clint Eastwood interpreta el papel del único testigo del asesinato de la amante del presidente de EE UU. La película es la historia de lo que podría haber sido un crimen perfecto, pero no lo es por la testadurez de un Eastwood enfrentado de pleno a la siniestra, implacable y poderosa maquinaria de la Casa Blanca. Basada en una novela que ha sido un reciente éxito de ventas en las librerías, Absolute Power ofrece una imagen devastadora de la presidencia norteamericana.

También ayer, el actor John Travolta compareció ante varias cadenas de televisión para contar que va a encarnar próximamente en el cine a Jack Stanton, el protagonista de Primary Colors, la novela publicada bajo el alias de Anónimo por el periodista Joe Klein. Stanton, el retrato clavado de Clinton, es un gobernador sureño tan ambicioso como entusiasta de las faldas, que se lanza con éxito a la carrera presidencial. "Estuve una vez con Clinton y me pareció un tipo simpático", declaró evasivamente Travolta.

¿Qué está ocurriendo para que Hollywood viole su viejo tabú y ose presentar al presidente de EE UU como el malo de la película o, al menos, un tipo tan normal en sus defectos como cualquier otro? "Ha habido una clara rebaja del nivel de la presidencia en la percepción pública", dice en declaraciones a la agencia Associated Press Jonathan Kunt, vicedecano de la facultad de cine de la Universidad de Los Ángeles. "La presidencia", añade, "ya no es la función sacralizada de antaño, sino un puesto ejecutivo que puede ser desempeñado por mortales como nosotros, involucrados en ocasiones en asuntos escandalosos".

La desacralización empezó en la época de Richard Nixon -retratada en Todos los hombres del presidente, la película sobre la investigación periodística del Watergate-, pero ha alcanzado su velocidad de crucero con la estancia en la Casa Blanca de un Clinton presuntamente implicado en aventuras extraconyugales, turbios asuntos inmobiliarios y financiaciones sospechosas de campañas electorales. Sin entrar en esos asuntos, sujetos todavía a investigación, Robert Sklar, profesor de cine en la Universidad de Nueva York, cree que Clinton ha "degradado la dignidad de la presidencia". "No puedes tener", dice, "un presidente que toca el saxofón y habla sobre sus calconcillos sin que ello suponga alguna pérdida de dignidad".

Como en otras democracias occidentales, el descrédito de la política hace furor en EE UU. El pasado año, las salas oscuras del país retumbaron bajo los aplausos cuando dos películas de ciencia ficción mostraron imágenes de la destrucción por los extraterrestres de los símbolos del poder de Washington: la Casa Blanca en Independence Day; el Capitolio en Mars Attacks. Pero si en el segundo filme el presidente estaba interpretado por un esperpéntico Jack Nicholson, Bill Pullman daba vida en Independence Day a un versión simpática de Clinton.

Y es que también hay un cine favorable al actual titular de la Casa Blanca, un cine que lo presenta no como el venerable patriarca del pasado, sino como una especie de hermano mayor, al que, mientras haga bien su trabajo, deben perdonársele los pecadillos. Thomas J. Witmore, el presidente de. Independence Day, falla al principio -cree en la bondad de los extraterrestres-, pero, como Clinton con el atentado de Oklahoma, demuestra en el momento crítico su liderazgo.

El presidente y la señora Wade, con Michael Douglas interpretando al jefe del Ejecutivo, es la película de la era Clinton que pinta al político de Arkansas con colores más rosáceos. Andrew Shepherd es un simpático y progresista presidente demócrata que se enfrenta al conservadurismo de Washington no sólo cuando quiere prohibir las armas de asalto o proteger el medio ambiente, sino, sobre todo, cuando decide que está harto de su viudez y emprende una relación" amorosa con una ecologista.

Regresando desde la ficción a la realidad, lo cierto es que Clinton fue reelegido y que cuenta con la aprobación del 60% de sus compatriotas. ¿Han cambiado los norteamericanos sus exigencias respecto a la presidencia? ¿Se han hecho menos idealistas y más pragmáticos? La respuesta parece ser afirmativa.

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