_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un breve idilio

Si era necesaria una prueba para confirmar que el idilio de los últimos meses entre los mercados y la economía española ha pasado ahora a una fase más cautelosa, el efecto del dato de inflación de enero la ha proporcionado. Los mercados han reaccionado el jueves y viernes con frialdad ante el 0,3% cuando esta cifra, en circunstancias recientes, hubiera provocado una euforia inmediata. El Banco de España esperaba incluso una cifra aún más baja para enero un 0,2%, pero no es ésta la razón por Val que ayer desilusionó a aquellos que esperaban una nueva reducción de los tipos de interés. Los motivos de la cautela oficial son diversos.En la decisión del banco emisor hay varios elementos combinados. La aceleración del consumo así como el más que respetable crecimiento del dinero en circulación y la demanda de crédito del sector privado en enero, han llevado al Banco de España a predecir futuras presiones inflacionistas. El desabastecimiento de productos alimenticios derivado de la huelga de transportistas, asimismo, potenciará esas presiones. También hay otro elemento: la convicción de que patronal y sindicatos no pactarán una verdadera reforma laboral y que, a falta de ella, el Gobierno se tentará la ropa antes de ir a un enfrentamiento social.

Es cierto que este tipo de consideraciones no evitaron en varias ocasiones recientes que el Banco de España finalmente bajase la bandera para reducir los tipos de interés. Por ello, cabe preguntarse por qué el banco emisor ha reaccionado inicialmente con cautela.

Fuentes solventes sitúan el fin del idilio de los mercados -o del periodo de euforia permanente- en el periodo ínmedia- tamente anterior a la cumbre chismosa de Davos, esto es, hará aproximadamente un mes. Los, servicios del banco emisor comenzaron a detectar presiones sobre la peseta obligando a intervenciones muy moderadas para mantener el tipo de cambio. Los mensajes de Davos aumentaron la inestabilidad aunque sin el ritmo febril de antaño. Por fin, la filtración de noticias originadas en los bancos centrales de Alemania y Holanda sobre un posible plan para reglar de antemano la exclusión de Italia del curo y también de España y Portugal, hizo aumentar las pulsaciones.

Con todo, el protagonista de los mercados, por fortuna, no es el rumor. Si las manifestaciones de banqueros, economistas y asesores ministeriales en Davos sólo se hubieran quedado en discursos, no hubiera habido consecuencias. Hubiera pasado como una borrasca. Pero un frente frío se precipitó inmediatamente: las cifras de paro en Alemania y la casi certeza que éste país no podrá cumplir una de las exigencias de Mastricht, el déficit público.

El problema ya no es solo cómo garantizar un euro fuerte con la presencia de países que pudieran debilitarle, como Italia, España y Portugal, sino la dificultad de que las dos naciones líderes, Alemania y Francia, cumplan los requisitos proclamados a sangre y fuego. La exclusión inicial de los tres países. citados supondría debilitar políticamente el proyecto de moneda única; el incumplimiento de Alemania y Francia plantearía otra cosa: aplazar la fecha del 1 de enero de 1999.

La clave de cualquier conspiración real está, como siempre, en el Bundesbank, en la insuficiente recuperación semirrecesiva de Alemania y Francia y en el prestigio político de aquellos dirigentes que como Kohl, se expondrán a la prueba de las urnas en 1998, y ven con terror cerval el reconocimiento de que el calendario del curo se ha convertido en un problema.

Lo que Kohl y sus colegas llevan como una cruz ya no es un secreto para los mercados. Y las exhortaciones a la calma, como sucede con el médico que intenta sosegar estúpidamente a un paciente consciente de su suerte, solo pueden contribuir a aumentar los riesgos de una nueva oleada especulativa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_