Proteccionismo
Pasado mañana se cumplen 22 años del famoso "espíritu del 12 de febrero", que intentó cambiar la trayectoria del franquismo tardío. Pues bien, hoy recorre España el fantasma del espíritu del 24 de diciembre, fecha de la ya famosa conjura entre los señores Polanco y Asensio que tanto ha sacado de sus casillas al Gobierno y a sus más adictos periodistas, antes sindicados bajo las siglas AEPI. Desde entonces se ha producido un viraje radical en el régimen de Aznar, que ha corrompido sus formas de gobernar. Es como si, tras el 24 de diciembre, se hubiera dado la orden de '"Fuera máscaras" o "abajo las caretas" (hoy, que es lunes de Carnaval), desvelándose por fin, a cara descubierta, la verdadera naturaleza del régimen de Aznar.Un primer gesto de aviso fue la calumniosa denuncia de una presunta prevaricación tributaria que habría cometido el Gobierno anterior. Pero ahora ya sabemos que sólo se trató de una finta distractiva que preparaba el terreno para el decreto dígital que diseñaban y que sólo esgrimieron para poder acusar de amiguismo político a sus adversarios antes de que se les acusase a ellos de lo mismo con mucho mayor fundamento. Quien da primero da dos veces, ¿no? Pues bien, como el decreto digital que preparaban era por completo amiguista (ya que arbitraban el BOE, RTVE, Telefónica y el Presupuesto Público al servicio de sus amigos de Televisa o la AEPI y en contra de sus enemigos de los grupos Prisa o Zeta), se anticiparon a las posibles críticas quemando la acusación de amiguismo a fin de prevenir antes de curar.
¿Cómo interpretar el modo de gobernar del régimen de Aznar? Se ha hablado de autoritarismo intervencionista, ya que desde el Estado se distorsiona el mercado interfiriendo la autonomía de la sociedad civil. Pero su despotismo no es nada ilustrado, aunque quieran disfrazar el fútbol de interés general. No, aquí no se trata del bien del pueblo (aunque fuese a espaldas de éste), sino del beneficio de sus amigos políticos, pues no van a privatizar los bienes públicos (o a desamortizar las manos muertas de Telefónica y RTVE) vendiéndoselos al mejor postor (como serían los grupos Prisa o Zeta), sino cediéndoselos en exclusiva (y gratis total, con cargo al contribuyente) a sus amigos de Televisa y la AEPI. Luego no se trata de intervencionismo autoritario, sino de simple alcaldada caciquil y clientelar.
Se trata del régimen que los expertos califican como neopatrimonialismo: aquél donde las formas de la democracia parlamentaria se ponen al servicio de los sectores oligárquicos que prestan su apoyo al poder. No hay auténtica igualdad ante la ley, pues los gobernantes, actuando a la vez como jueces y como parte, aplican la legalidad (y asignan los recursos públicos de Telefónica y RTVE) para favorecer a sus Clientes (Televisa y la AEPI) en contra de sus rivales (Zeta y Prisa). Pero tan malo como la quiebra de la seguridad jurídica es la desvirtuación de la libre competencia de mercado. Como Televisa y la AEPI se muestran incapaces de competir comercialmente con Prisa o Zeta, buscan (¡y obtienen!) la espuria protección del régimen de Aznar a fin de maniatar a sus competidores y tener el campo libre para instalar sus mediocres negocietes (financiados con cargo al contribuyente). La restricción de la competencia para proteger a determinados grupos oligopólicos se denomina proteccionismo, que no sólo resulta condenable por atentar contra el libre comercio (lo que ya supondría una traición ideológica al electorado, dado el programa liberal con que Aznar fue elegido), sino por algo mucho peor: porque estrangula el crecimiento económico potencial. Un experto historiador económico, Pedro Fraile Balbín, ha demostrado (en su libro Industrialización y grupos de presión) que el fracaso industrial de la Restauración se produjo a causa del proteccionismo estatal de la siderurgia vasca y el textil catalán. Pues bien, hoy el proteccionismo digital del régimen de Aznar, heredero de la Restauración canovista, amenaza con hacer fracasar el acceso de España a la tercera revolución industrial.
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