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Resignación en Vitrolles ante la segura victoria electoral de Le Pen

Enric González

Querían crear una multitudinaria cadena humana, pero sólo unos centenares de personas se congregaron frente a la alcaldía de Vitrolles. Encendieron velas y, más que defender la candidatura socialista (tras la que se alinean las fuerzas democráticas) o a protestar contra el Frente Nacional (FN), celebraron, en palabras de un joven, "la última fiesta en mucho tiempo". La candidatura ultraderechista tiene casi asegurada la victoria en las elecciones municipales de hoy. Los habitantes de Vitrolles parecen resignados.

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, Vitrolles, ciudad de 42.000 habitantes muy próxima a Marsella, constituye un perfecto ejemplo de degradación urbana, seguida por un hundimiento estrepitoso del equilibrio social y del sistema político. Hasta hace 20 años, era un pequeño y hermoso suburbio mediterráneo de casas bajas, viñas y almendros, que aún sobrevive en la parte alta de la localidad. En los años setenta se decidió convertirla en dormitorio de obreros portuarios y metalúrgicos y nacieron como champiñones los grandes edificios que constituyen hoy la desolada parte baja de Vitrolles.El puerto de Marsella se ha convertido en un gigante vacío, la metalurgia ha desaparecido casi totalmente de la región y Vitrolles de Abajo, donde cerca de la mitad de la población es muy joven y de origen norteafricano, sufre un desempleo del 20% y un alto nivel de delincuencia que afecta sobre todo a Vitrolles de Arriba. La izquierda, que siempre dominó la ciudad, se ha visto desacreditada por la decadencia de Vitrolles y por numerosos casos de corrupción. El propio alcalde y candidato socialista a la reelección, Jean-Jacques Anglade, está procesado por malversación de fondos municipales. Vitrolles es terreno abonado para la ultraderecha. La candidatura del ideólogo lepenista Bruno Mégret (auténtico jefe de la campaña, aunque la candidata oficial sea su esposa Cathérine porque él está inhabilitado) ha sido favorita desde el principio.

Yo estoy contra el FN, pero no votaré. No puedo votar a Anglade. Supongo que ganará la ultraderecha, aunque tampoco es tan grave: aquí al lado [en Marignane] mandan desde hace un año y, salvo suprimir algunas subvenciones y poner más policía, no han hecho nada especial. No expulsan a los magrebíes ni nada de eso", comentaba ayer un joven estudiante francés de origen tunecino.

La oficina de la candidatura socialista estaba en el deprimido barrio céntrico y exponía una selección de los numerosísimos pasquines utilizados por el FN, firmados por asociaciones inventadas, atribuyendo falsas declaraciones a políticos democráticos o haciendo promesas portentosamente demagógicas. Anglade ha presentado un recurso para que sean anuladas las elecciones por los abusos del FN, pero tiene escasas posibilidades. En el interior de la sede socialista el ambiente era de tristeza.

En tomo a la oficina del FN, situada en el elegante Vitrolles de Arriba, reinaba en cambio una euforia contenida. "Visiten nuestra ciudad, comprueben lo bonita que es, y escriban, por favor, que el FN no es racista ni xenófobo. Si nos libramos de unos cuantos políticos corruptos y de unos cuantos delincuentes, aquí se volverá a vivir con decencia", afirmaba un voluntario, administrativo de profesión, que se declaraba "auténticamente socialista, y por tanto en contra de una Francia y una Europa ultraliberales y corruptas".

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La campaña electoral, sobre todo en la segunda vuelta, ha sido durísima y se ha rozado en vanas ocasiones la batalla campal. Gane quien gane, la desconfianza durará. "Cuando veo a un viejo", afirmó un muchacho de Vitrolles, "veo a Bruno Mégret. Y él ve en mí a un delincuente".

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