Aquí, un toro
, Jesús Gil, el presidente del Atlético de Madrid y dueño de los toros que se lidiaban, presente en una barrera, debió levantarse y anunciar al mundo: "Señores, aquí un toro, aquí un compañero del taller". Porque salió un toro. ¡Por éstas que es verdad!Ocurrió hacia las cinco de la tarde y fue el toro que hacía tercero. Jesús Gil debió anunciar también un segundo acontecimiento, más insólito que el anterior: "Señores, éstos son unos cuernos, con perdón". Porque el toro tenía un par de cuernos -con perdón-, largos, vueltos y buidos. La afición no podía concebir que aparecieran de súbito en un ruedo aquellos dos cuernos como dos soles, mejorando lo presente.
El tercer suceso fue que aquel toro de trapío y cornalón no se caía. Tantas sorpresas juntas eran difíciles de asimilar y, rumiándolas, a la afición y al presidente del festejo se les bloqueó un poco el juicio. Y, al final, decidieron premiar con vuelta al ruedo al toro, sin tener en cuenta que había sido manso de solemnidad. Manso de los que huyen despavoridos de las plazas montadas y no paran hasta llegar a la querencia de chiqueros, donde les arroban las fragancias de boñiga y los aromas de chotuno.
Valdeolivas / Blázquez, Padilla, Martín
Toros de Valdeolivas, con trapío y casta; 4º, protestado por afeitado; Y, ovacionado por su estampa, premiado con vuelta al ruedo. Víctor Manuel Blázquez: estocada baja (silencio); estocada caída, rueda de peones y descabello (silencio). Juan José Padilla: estocada trasera perdiendo la muleta, rueda de peones -aviso-, descabello y estocada baja (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Miguel Martín: estocada ladeada perdiendo la muleta (dos orejas); tres pinchazos, rueda de peones, bajonazo -aviso- y descabello (aplausos). Plaza de Valdemorillo, 7 de febrero. 4 a corrida de feria. Dos tercios de entrada.
A los engaños acudió bien toro, nobletón al estilo de los mansos -es decir, obediente y perplejo- y Miguel Martín le hizo una faena ardorosa, abierto el compás; y si no ligaba los pases, porque corría al rematarlos, ésa es la moda y en eso ha convertido el toreo el mal ejemplo de las figuras.
En contraste con el júbilo que provocó el tercer toro, al cuarto lo pitaron, pues sacó unos 'pitones ridículos, sospechosos de afeitado. Ahí, en vez de proclamas, procedían flagelos. Un ganadero con pundonor y con lo que hay que tener, al ver aquello habría cogido el coche y le hubiese dicho al chófer: "¡Raudo, al Viaducto!"
Sobre afeitado presunto el toro resultó manso convicto, de los de media arrancada y aires de borriquez, lo cual impidió a Víctor Manuel Blázquez cuajarle faena maciza, si bien lo intentó con loable denuedo.
Distintos resultaron otros toros, cuya casta también admiró la afición. Los toreros, quizá no tanto. Los toreros no están acostumbrados a semejantes trotes. Blázquez se puso a pegar pases al bravo primero y eso no es torear. El toro de casta, en cuanto le repiten dos tandas de pases sin reparo de cánones, manda en plaza, y Blázquez le estuvo dando aquellos por docenas.
Juan José Padilla sufrió en el segundo acosones múltiples, seguramente por el mismo motivo. El hombre derrochaba entusiasmo mas el animal desarrollaba la codiciosa agresividad propia de los de su raza, y le ganó la pelea. A un circular agarrado a los costillares respondió el toro sacudiéndose de encima trapo y hombre, los tiró al suelo, y allí los buscó enfurecido. Los toros restantes volvieron a dar el tono de mansedumbre traducida en medias arrancadas y algún derrote cuando se acordaban de sus ancestros. Padilla muleteó voluntarioso al quinto. Martín, tranquilo y variado al sexto, sin desdeñar el toreo al natural, uno de cuyos pases lo interpretó de lujo.
Los tres matadores banderillearon los seis toros y habría valido pagar para que no lo hicieran. La rutina carcome la fiesta hasta en el práctico y bello segundo tercio, también llamado de banderillas. Había toros y, con toros, lo que se precisan son toreros, lidiadores de vocación, diestros que conozcan a fondo y sientan en el alma el arte de torear.
Babelia
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