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Tribuna
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¡Ohho!

Madrid merece tener un salón de la moda masculina a la altura del salón de la moda de Milán -aún más- que, por cierto, se ha celebrado recientemente con gran éxito. El salón de la moda de Milán ha exhibido unas fastuosas creaciones en vestimenta masculina que constituyen un hito de la historia de la Humanidad y traerán cola.Al hilo de la pauta marcada, el salón de la moda masculina de Madrid podría denominarse ¡Ohho!, título original donde los haya, del que un servidor tiene la patente. ¡Ohho! admite en su pronunciación todos los tonos admirativos imaginables y está llamado a provocar algunas simpáticas variaciones en las gentes de habla extranjera, que dirían ¡Ojjo!, u ¡Oj.jo!, u ¡Oujou!, y así.

¡Ohho! -débese aclarar- es la forma onomatopéyica de ¡Oh, hombres!, rúbrica que resume el espíritu del salón de la moda masculina de Milán y bebe ser lema del salón de la moda masculina de Madrid, futura capital del mundo en la materia.

El salón de la moda masculina de Milán proclamó que una de las zonas más eróticas del hombre de hoy es el tobillo. El tobillo del hombre que entra transido de modernidad y misticismo en el tercer milenio, es sexy y hay que mostralo, sentenciaron Dolce y Gabbana. Y sus modelos pisaron la pasarela descalzos o llevando sofisticadas sandalias.

Al madrileño de pro jamás se le hubiera ocurrido semejante ostentación, por timidez entre otras cosas. El madrileño, para disimular, a esos bultos eróticos que sobresaalen de la garganta baja de la tibia, en castizo canilla, los llamaba tabas y si destacaba su prominencia, los motejaba de espolones, pese a ser el espolón distinto asunto. A los madrileños, es evidente, la modestia les conduce a modificar con raras hipérboles la realidad virtual.

Una alternativa para los días de frío la presentó Krizia y eran vistosas medias, ora caladas, ora tupidas, si bien merecieron los más grandes aplausos de un público enardecido aquellas que se hermoseaban mediante vistosas rayas verticales de tonos cálidos.

Claro que, con pantalón, sería irrelevante ponerse esas medias o ninguna y Vivienne Westwood propuso la solución ideal: faldas. Los modelos de su cuadra dieron alegría a la pasarela ciñendo faldas escocesas con buen meneo de caderas y algo más, ya que formaban parte del atuendo ocultos suspensorios a fin de resaltar sus naturales atributos. Verlos allá, tan serranos, conmocionó a la sala, cundió el entusiasmo y algunos espectadores en fase de delirio quisieron subir a darles un abrazo fraternal.

Las emociones iban en aumento. Un pase posterior presentó modelos que lucían amplios chaquetones sin botonadura y, debajo, bragas. Valentino, en contraste con aquella ligereza de ropa, los sacó calentitos: fastuosos abrigos de visón en unos casos, elegantes loden en otros, mientras los pantalones que podían verse bajo las amplias prendas iban finamente bordados en seda, a veces bordeados de puntillas o los festoneaban delicadas blondas.La moda es cambiante, puede que efimera y por épocas retorna donde solía. Los vaporosos jerseis color pastel que presentó Versace podrían entroncar con las gorgueras y valonas, las frusas y botargas que trajeron a la moda madrileña los tercios de Flandes. La línea de ropas negras que diversos modistas imponen para la primavera se encuadra en la misma vocación ascética que manifestaban los madrileflos del Romanticismo con el levitón ala mosca, el brandemburgo, el sobretodo, el paletó y la chistera.

La moda es caprichosa, cierto, mas nunca margina la funcionalidad, que constituye su razón de ser. Si la moda no fuera funcional -se trata de vestir a las personas, obviamente- iríamos todos por la vida en pelota picada y no habría negocio. Y evoluciona adecuándose a la propia evolución del hombre. El salón de la moda masculina de Milán estaba en ello y Rocco Barocco diseñó sobre vuelos y rasos el ropaje maternal propio del hombre embarazado.

¡Oh, hombres! ¡Ohho!. Los hombres somos muy traviesos, ya se sabe, y nos pasan estas cosas. Nos ponemos a enseñar las tabas y a lo mejor nos hacen un hijo. Y no digamos si es la pierna asomando insinuante por la abertura de la falda escocesa. Bien que la pierna suele ser peluda, pero eso no quiere decir nada. Pierna peluda, ni desmerece ni ofende. Pierna peluda también cree en Dios.

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