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El horror económico

Soledad Gallego-Díaz

La sociedad actual está basada, todavía, en el trabajo y el salario. Así lo hemos aprendido de nuestros abuelos y así se lo transmitimos a nuestros nietos. Así nos lo explicaron en la escuela y en la universidad y así, incluso acentuado, se explica hoy en todas las aulas. El paro aumenta (más de 18 millones en la Europa comunitaria, 2,2 millones en España), pero los políticos aseguran que se trata de una crisis y que están poniendo todos los medios para irla solucionando, con paciencia, pero con esperanza.Puede suceder, sin embargo, que no haya suficiente trabajo para todo el que lo necesita simplemente porque no hace falta que trabaje tanta gente, porque la economía globalizada a la que hemos llegado sin darnos cuenta no necesita para su funcionamiento y para generar riqueza la mano de obra que precisaba antes.

Puede suceder que todas las promesas de solucionar el desempleo sean falsas, o mejor dicho, de imposible cumplimiento. Y que las propuestas de flexibilizar los mercados de trabajo, la exigencia de que, por solidaridad, los empleados renuncien a aumentos de salario o acepten repartir ingresos repartiendo los cada día más escasos puestos de trabajo, sean sólo una muestra de cómo se aprovecha la coyuntura para que los empleos que siguen siendo necesarios para el funcionamiento del sistema resulten simplemente más baratos.

Ésta es la tesis de un libro que hace furor en Francia, L'horreur économique, de la escritora y ensayista de 71 años Viviane Forrester. Si las encuestas demuestran que los franceses están de mal humor, puede decirse que esta escritora francesa está de un humor pésimo. Ella no es economista, dicen sus detractores, pero la verdad es que en Francia no es imprescindible serlo para analizar el pasado o hablar del futuro. De hecho, nadie le reprochó nunca a Jean Monnet que no fuera a la escuela antes de idear el Mercado Común ni a Jacques Delors que no fuera a la universidad antes de apadrinar Maastricht.

Lo curioso es que Forrester no ha dicho nada nuevo. Algo parecido anunció Roy Jenkins en Bruselas en 1979, cuando era presidente de la Comisión Europea, y análisis como el suyo aparecen a menudo, con lenguaje técnico, en estudios científicos que publican organismos internacionales. En los dos últimos meses se ha publicado un libro de William Greider (One world, ready or not) y un ensayo del profesor de Harvard Daniel Rodrick (¿Ha ido la globalización demasiado lejos?) que han merecido comentarios editoriales de la prensa americana.

La diferencia, los más de 170.000 ejemplares de El horror económico vendidos en pocas semanas, estriba en lo directo de la diatriba de la escritora francesa. Las empresas no contratan a más gente -dice- por la excelente razón de que no lo necesitan y no lo necesitan porque buena parte de las riquezas que se producen en una sociedad globalizada como la nuestra no están ligadas a la producción de bienes materiales, sino a especulaciones abstractas. Por eso, el crecimiento económico no tiene por qué producir los puestos de trabajo que serían necesarios y, por eso, países "ricos" no tienen ya por qué implicar sociedades prósperas.

Si Forrester tiene razón, explicaría el nerviosismo de todo el mundo. Un descontento recogido incluso por uno de los más afamados financieros, George Soros, quien reclama a los políticos mayor atención a ese estado de ánimo y asegura comprender el malestar general ante una sociedad que nos niega lo que nos exige: un trabajo y un salario. Una sociedad en la que los empleados tienen cada vez menos fuerza porque no son necesarios.

Cierto que Viviane Forrester no propone soluciones, pero lo importante fue que los antiguos se dieran cuenta de que la Luna gira en torno a la Tierra, aunque no supieran explicar por qué.

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