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El dueño de Gucci fue asesinado por un matón contratado por su ex mujer

Se veía el asesinato de Maurizio Gucci como una intriga internacional, pero ha resultado ser un capítulo de Los ricos también lloran o de cualquier otro culebrón televisivo. La policía italiana que, durante 23 meses, ha investigado si el último presidente familiar del homónimo imperio de la moda murió por orden de la Mafia o de misteriosos financieros árabes, detuvo ayer en Milán a la ex mujer, Patrizia Reggiani Martelli. Es la madre de Alessandra y Allegra, de 21 y 16 años, herederas universales de la fortuna de Maurizio.

, Sólo la impericia del pistolero que el 27 de marzo de 1995 mató en el portal de su casa de Milán a Maurizio Gucci cuando salía hacia el trabajo, permitía prever este ramplón desenlace. El criminal que alcanzó en un glúteo y un hombro a su víctima, antes de lograr el único disparo certero, es, según la policía, un ladronzuelo de 35 años llamado Benedetto Ceraulo, encarcelado ahora por camello. El chófer que le esperaba se llama Orazio Cicala y tiene 58 años. Entre los detenidos ayer, hay también un ex portero de hotel y una vidente napolitana, Giuseppina Auriemma, confidente y consejera de la Reggiani.Según la policía, este cuarteto de la muerte facturó la cifra global de unos 500 millones de liras (unos 45 millones de pesetas) por los servicios conjuntos. Dos años antes de morir, Maurizio Gucci vendió el 50% del imperio familiar que detentaba al grupo árabe Investcorp por unos 17.000 millones de pesetas, con los que pensó abrir casinos en Suiza y otros países. De ahí que la pista mafiosa fuera otra de las seguidas por los investigadores.

Patrizia Reggiani tiene 49 años y es hija de un potentado del transporte, pero se peleó ferozmente por dinero con Maurizio desde que ambos se separaron, en 1984, tras 12 años de matrimonio. A las cuatro de la mañana de ayer, cuando la policía llamó a su puerta, se mostró tranquila y no tuvo dudas. "Vienen por la muerte de mi marido", dijo. Maurizio fue asesinado con 46 años.

Paola Franchi, la última compañera sentimental de Gucci, ha dicho que Patrizia llamaba con insistencia amenazando, porque tenía miedo de que el ex marido dilapidara su fortuna o hiciera algo que perjudicara la herencia de las hijas de ambos. El día del asesinato, Patrizia fue de las primeras que se precipitó en el apartamento de Maurizio "para recoger un jersey que las hijas querían como recuerdo", según explicó en un comunicado. Fue también al funeral, enlutada y gimoteante, aunque no se privó de declarar: "Humanamente, lo siento. Pero desde un punto de vista personal, no puedo decir lo mismo".

En un furibundo libro sobre los Gucci que estaba redactando, Patrizia había escrito: "Hay quien muere en accidente de coche, quien de una enfermedad, y hay quien tiene el privilegio de convertirse en objetivo de un asesino a sueldo". Hace dos años se dijo que este párrafo era una premonición, pero ha resultado que escondía un proyecto.

Desde Nueva York, Jenniffer Puddefoot, viuda de Paolo, el primo de Maurizio que heredó el otro 50% de Gucci y fue el primero en vender su participación familiar a los árabes, se mostró ayer solidaria con Patrizia: "Debe ser fuerte y salir con la cabeza alta, porque no creo que lo haya hecho". Jenny, una ex cantante que también peleó por dinero con su ex marido desde que fue abandonada en 1991 hasta que él murió en 1995, poco después de su primo, añadió: "Maurizio y Paolo eran dos almas gemelas, idénticas por su fuerza destructiva. La maldición de esa familia es que hasta después de muertos hacen sufrir a la gente".

Los dos primos se trataron a muerte mientras fueron socios, prolongando una saga de disputas, querellas e intrigas siempre ligada al mismo móvil que parece haber precipitado el fin Maurizio y que ha marcado las tres generaciones de esta familia de Florencia conocidas internacionalmente, primero por el comercio de maletas y más tarde también por el de ropa y otros artículos de lujo. El dinero parece haber sido para los Gucci la única esencia del mundo, lo que fue el poder para los Medici, pero sin la vertiente cultural que tuvo la obsesión de los renacentistas florentinos.

Por dinero, Paolo Gucci hizo encarcelar a su padre, acusándole de fraude fiscal en Estados Unidos, y puso luego en fuga de Italia a su primo Maurizio, también con denuncias de que había manipulado su herencia y evadido impuestos. Pero Maurizio fue más fuerte y contratacó con otros pleitos hasta quedar como el último representante familiar en Gucci. Su mujer y presunta asesina podía estar orgullosa de ello. "Mi marido estaba a punto de dejar a su amante, y ésta tendrá que devolverme todo. Es un escándalo", declaró cinco meses después del crimen, mientras surcaba los mares en el Creole, el yate de 60 metros que Maurizio Gucci había comprado a Stavros Niarchos.

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