El Centro Pompidou celebra sus veinte años con una defensa del arte "hecho en Francia"
El "Beaubourg" emprende una reforma que costará 15.000 millones de pesetas
El Centre Georges Pompidou, el Beaubourg o la refinería, cumple hoy sus primeros veinte años. Para celebrarlos, ha emprendido su renovación, que costará 15.000 millones de pesetas. Física por un lado, con remozamiento de su fachada e interiores, adaptación a las nuevas normas de seguridad y cambios en la urbanización circundante, y conceptual, con la redistribución de los espacios y las funciones y el impulso de actividades con un cierto valor de manifiesto. Así lo explica Jean-Jacques Aillagon, presidente del centro. Para conmemorar los 20 años, el día 30 se abre la exposición Made in France, en la que se recorren cincuenta años de creación artística francesa e internacional hecha en Francia.
La exposición Made in France, que permanecerá abierta hasta el 29 de septiembre, tiene una vertiente provocadora. "He querido demostrar que la creación en Francia, entre 1947 y 1997, ha seguido estando viva, siendo rica y diversa", dice Jean-Jacques Aillagon, a quien le indignan los artículos recientes de The New York Times o Newsweek criticando el nivel actual de la producción artística francesa."Primero", dice, "en Francia nadie tiene la insolencia de poner en marcha museos de arte francés como, en cambio, sí existen museos de American Art. Made in France se refiere a un período y un país pero no al carácter nacional de la creación. En París viven pintores y escultores españoles, rumanos, rusos, ingleses, argentinos, italianos o americanos, es un lugar de intercambio. No es la meca del arte contemporáneo porque ya no existen mecas sino policentrismo. Segundo, los estadounidenses sólo se interesan por sus artistas cuando lo que producen se puede insertar fácilmente en la lógica del mercado. Bob Wilson, Peter Sellars, Merce Cunningham y tantos otros han desarrollado la mayor parte de su carrera en Europa. No creo que los norteamericanos tengan que darnos ninguna lección a los europeos. En su país hay una muy buena cultura de élite y un subdesarrollo cultural mayoritario que considero escandaloso. Debieran ser algo más críticos con ellos mismos", afirma Aillagon. "Tercero, en Europa los poderes públicos consideran que figura entre sus obligaciones la de facilitar al público el acceso a la cultura. Y cuarto, que de la misma manera que es evidente el imperialismo estadounidense en el terreno del audiovisual, también existe, aunque sea menos llamativo, en el terreno de la pintura, música o cualquiera de las artes consideradas clásicas".
Gestión compleja
Durante las obras de reforma, el Pompidou permanecerá abierto parcialmente con diversas exposiciones. Respecto a la reforma conceptual, el presidente del centro dice: "Después de veinte años de funcionamiento sabemos que habíamos entrado en una lógica que hacía imposible programar las actividades con menos de 3 o 4 años de anticipación. La complejidad de la gestión y el tener que manejar tantas propuestas hacían inviable estar atentos a la estricta contemporaneidad, a la realidad más inmediata. Una exposición como la que en su día hicimos sobre los desperdicios hoy no sería factible. Por eso quiero reorganizar el centro, bipolarizarlo entre la parte dedicada a lo conocido, a los artistas consagrados, que ya forman parte del patrimonio, y otra parte centrada en la cultura y la creatividad contemporáneas".Aillagon dice querer recuperar así el espíritu de los primeros tiempos del Beaubourg. El espacio dedicado a museo va a crecer pero también el destinado a exposiciones temporales. La solución ha consistido en desplazar parte de los despachos a edificios contiguos. Piano y Rodgers, a principios de los 70, idearon un edificio sin muros, abierto a todas las posibilidades, pero "esa movilidad tenía un precio. Mover 500.000 documentos, cambiar de sitio esculturas o cuadros, todo eso es muy caro. Además, el centro está abierto hasta las diez de la noche, domingos incluidos, y no hay tiempo para hacer cosas que, en teoría, sí pueden realizarse".
El Beaubourg no es otra cosa que un error de cálculo: durante veinte años ha recibido 25.000 personas diarias y estaba pensado que sólo acogiese 5. 000. Es más, un brillante y joven tecnócrata, en 1974, había predicho, después de un minucioso estudio, que sólo un éxito inesperado podía llevar a más de 3.000 personas a visitar un centro de arte contemporáneo. Esta desconfianza francesa en la teoría la resuelve Jean-Jacques Aillagon de manera muy brillante y cartesiana: "Nuestra época es duchampiana pues muy a menudo es la mirada del espectador o la voluntad social la que crea la obra de arte, mucho más que el discurso teórico que la acompaña".
Babelia
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