El amor
Más allá de los grandes derribos ideológicos, la muerte conserva su figura intacta. Ni los holandeses, que se han atrevido con todos los pecados del mundo, han conseguido arrebatar al tabú el derecho a la eutanasia. Unas recientes disposiciones de su Ministerio de Justicia atenúan su consideración, pero no consienten en legalizarla. Entregar el deseo de la propia muerte a la libertad de los individuos atemoriza todavía al poder.Entre la población holandesa, más de 3.200 personas murieron por eutanasia en 1995 y otras 34.000, un 33% más que en un año antes, la solicitaron. La gente aspira cada vez más a morir cuando le plazca; cuando determinan, a su antojo, que su placer de vivir ha concluido y a existencia no vale "la pena".
Una inmensa mayoría de los casos de eutanasia que se han producido en Holanda corresponden a enfermos de cáncer que contaban con unos días de vida. Apenas son unas horas lo que esas personas han adelantado su fin, pero humanamente han adelantado un infinito.
Disponer de la vida incluye disponer, sin restricciones, de su término, o ¿cómo no admitir que la elección de estar vivo o de morir es una dignidad inseparable del ser libre?
En el oscurantismo, a los suicidas se les enterraba fuera de los camposantos y sobre ellos pesaba una sombra de ignominia. Hoy, todavía en todo el mundo se estima. delito procurar la muerte a quien la implora. Los hombres y las mujeres, son sólo autorizados a la solidaridad en el supuesto de prestarse vida; pero eso regula la solidaridad y, al cabo, la reprime.
A la lucha por el sexo libre en los sesenta sucede la batalla por la muerte libre en los noventa. Acabando el siglo, la vida del amor no parece completa sin incorporar también, entre su ofrenda, la decisiva libertad para dar muerte.
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