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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Integrísmo marroquí

DESDE SIEMPRE se ha repetido lo mismo sobre el islamismo y la monarquía alauí: Marruecos es distinto porque Hassan II es, a la vez, jefe del Estado y comendador de los creyentes, es decir, soberano religioso, lo que le convierte en dique imbatible para el avance de cualquier integrismo extremo en el país. Pero, por lo visto, son ahora los propios marroquíes los que prefieren no fiar en jaculatorías, y han decidido pasar al ataque contra la creciente radicalización del islamismo en la Universidad nacional.El martes, una circular de los ministerios de Interior, Justicia y Enseñanza Superior anunciaba drásticas medidas contra todos aquellos universitarios que, acusados de furor islamista, atentaran contra la paz del reino. ]Paralelamente, tres líderes estudiantiles eran condenados a penas de uno a dos años de cárcel como presuntos responsables de incitación a la revuelta en los campus de la Universidad Mohamed V, la mayor del país.

Es cierto que los enfrentamientos con la fuerza pública. se han recrudecido en las últimas semanas y que la organización privada Justicia y Caridad, de signo integrista, cobra fuerza en los medios universitarios. Pero la algarada se debe, en parte, a cuestiones mucho más prosaicas como la carencia de transporte público y de plazas en las residencias para estudiantes, cuestiones a las que el FIS, en la vecina Argelia, siempre dedicó atención antes de .su ílegalización. Ser integrista, como ser adepto al surfismo, no puede constituir delito en país alguno, con califa o sin él, al igual que los desórdenes públicos deben ser castigados, sí no hay circunstancias que los justifiquen, al margen de toda motivación religiosa.

El islamismo crece en Marruecos, sin duda de forma diferente a como lo conocemos en Argelia, porque las circunstancias son también distintas. Un cierto grado de libertad dentro de un desarrollo mejor regentado que el caos de Argel en los últimos años ha absorbido en parte las tensiones en Marruecos. Pero eso no quita que los síntomas se parezcan. En Argelia, el sangriento Ramadán prometido por los integrístas ha devenido en un terrorismo indiscriminado con un altísimo grado de poder y destrucción; son ya más de dos centenares el número de asesinados desde que comenzó este periodo, el pasado día 10.

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Son los futuros profesionales líberales, sin salidas suficientes en un mercado que no es capaz de absorber esa mano de obra, los que en Marruecos, Argelia, Túnez y Egipto constituyen parte de la masa de maniobra del integrismo. Es el equivalente de esa pequeña burguesía europea que en los momentos de aguda crisis, como en los años treinta, encabezó los fascismos que hemos conocido.

Ante ello, la monarquía alauí ha actuado con mano dura y preventiva, lo que no parece siempre la mejor receta¡ Así, el líder del integrismo marroquí, Abdesalam Yasin, lleva siete años en arresto domiciliario, porque cada vez que le dejan ataca, aunque no necesariamente de manera delictiva, al régimen y su soberano. Por todo lo anterior, si Marruecos camina hoy, como es posible, hacia su constitución en pleno Estado de derecho, la represión antiislamista sólo puede entenderse por lo que hagan y no por lo que, en principio, digan sus militantes. El comendador de los creyentes puede seguir siéndolo sin que su persona ni su obra queden por ello sustraídas a la crítica de la sociedad.

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